Estampas
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Domingo, 1 de marzo de 2020
Lo de escribir es muy raro. Llevo años trabajando en una novelita breve. Ha pasado por buenos momentos. Pero. Llegado a un punto, la novelita se detenía. Faulkner dijo que escribir es atrapar el movimiento de la vida para que dentro de cien años cuando alguien lo lea eso que has escrito se ponga en movimiento porque es vida. Faulkner tenía razón. Así que yo apartaba la novelita. Pero hace unos días me senté con ella otra vez y empezó a moverse. Creo que la terminaré en unos días. Otra cosa por la que sé que ahora va bien la novelita, aparte de lo del movimiento, es porque trata de la vida de una pareja que se ama y hay bastante sexo y escribiendo las partes de sexo o releyéndolas, se me va poniendo la polla morcillona. Si cuando escribes de sexo no se te pone morcillona y tiesa y a veces hasta tienes (si es que no vives con una mujer superior a la que puedes acercarte en cualquier momento y decirle, mami, necesito que me la chupen, y te la chupa) que hacerte una paja. Si no te pasa eso es que lo que estás escribiendo de sexo no sirve para nada.
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Sábado, 29 de febrero de 2020
En los últimos artículos del poeta-periodista Antonio Lucas en El Mundo he encontrado: ojeras desabrochadas, tiznárselo de mentiras, caldear desde el agravio haciendo pesca de bajura, la primera alambrada de chascarrillos y el guanteo de actualidad, baldeaba artículos, lo auscultaba con las córneas, página acalambrada, estafeta de afectos, alquitrán de la ignorancia, el vendaval de las pistolas, el sarmiento de las banderas, moralismo de chiquero, procuradores de baba triunfal, y hasta una cabeza de Goliat servida en bandeja de feminismo.
Alguien debería hacer algo antes de que Lucas caiga por un despeñadero lírico y se haga daño.
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Viernes, 28 de febrero de 2020
Ahora que la cacería de Plácido Domingo va llegando a su fin, me pongo a ver un video de luminarias de Hollywood entre ellas muchas mujeres agradeciendo a Weinstein por sus servicios y por sus méritos y valores. ¡Incluso morales! Algunas de estas estrellas son las que lo han metido en la cárcel acusándolo de abusos y hasta de alguna violación. La chochocracia es ya una enfermedad mundial. Como bien dice Paglia, si un tipo como Weinstein te recibe en su habitación de hotel en bata, no entres. ¿Por qué crees que te recibe en bata? Además, ¿qué haces reuniéndote con un Weinstein en una habitación de hotel? En serio, ¿existe alguna mujer que no sepa lo que significa que un hombre diga, subamos a mi habitación? Mirando el video de las luminarias de Hollywood pienso que el caso de Weinstein es un caso de transacción evidente, Weistein ofrecía papeles y estrellato y los millones de dólares que los acompañan, y a cambio recibía favores sexuales de diverso grado. Es difícil negarse a una transacción de ese tipo, lo admito. Yo mismo me lo hubiera pensado, lo de follarme a Weinstein. Si lo de la transacción no fuera cierto, las actrices hubieran donado ya todo ese dinero sucio obtenido gracias a los toqueteos y las humillaciones sexuales sufridas a manos de Weinstein a alguna causa benéfica. ¡No quiero ese dinero sucio! Hubieran exclamado en esas (inexistentes) conferencias de prensa convocadas para anunciar las cuantiosas donaciones.
Y otra cosa sobre Domingo, no debería haber pedido perdón. ¿Por ligar? Domingo no violó ni abusó de nadie. ¿Fue un baboso? Eso no es delito. La que se metió en la cama con él sin desearlo, puso en un platillo de la balanza su cuerpo, y en el otro su carrera. Y ganó su carrera. Domingo no tenía que haber pedido perdón. Usó su fama y su belleza masculina ¡qué bello era! para follar, lo mismo que usan las mujeres su fama y su belleza femenina para follar. Pero. Domingo decidió ceder al chantaje e intentar aplacar a las hordas de la chochocracia y de lo políticamente correcto. Qué iluso. Pagará el precio. En la vida hay que saber mantenerse firme. Cueste lo que cueste, y eso va por Domingo y por todas las “víctimas” de Domingo y de Weinstein.
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Jueves, 27 de febrero de 2020
Todo es cómico y grotesco en estas latitudes.
Carta de Lydia Cabrera a Pierre Verger
Conozco muchos casos de cubanos que se ennovian o hasta se casan con las mujeres de otros amigos cubanos. Es un fenómeno muy curioso y se da sobre todo entre pintores escritores y gente así, la crápula llamada artística. Es como si no existieran más mujeres. Hay millones de mujeres, pero siempre para estos cubanos de los que hablo lo primero, las candidatas preferidas son las novias o ex novias y las mujeres o ex mujeres de sus colegas pintores o escritores o gente así. Entre cubanos esto es muy común entre colegas de oficio y sobre todo sucede entre pintores y escritores ese tipo de gente como he dicho, la crápula llamada artística. Conozco muchos casos. Mi teoría sobre esta situación singular es que estos individuos lo que quieren en verdad es follarse al amigo o colega al novio o marido de la mujer en liza. La mujer del colega o amigo es en realidad un sucedáneo. Hay mucha mariconería en todo el asunto. Y todo ese fenómeno me parece bastante rastrero.
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Miércoles, 26 de febrero de 2020
Barcelona se ha ido tercermundializando, cuando llegué a España en 1997 era una ciudad civilizada. El aumento de la vulgaridad es enorme y la urbanidad es una especie en vías de extinción. Donde yo noto más el tercermundismo colonizador sin embargo es conduciendo ya casi nadie pone los indicadores para girar y al entrar en cualquier rotonda hay que tener mucho cuidado no se respetan como antes los ceda el paso ni la prioridad del coche dentro de la rotonda. A veces voy al mercado conduciendo y tengo la impresión de estar ya en uno de esos países salvajes de Hispanoamérica o en la mismísima India. Uno sabe que ya no vive en una ciudad civilizada cuando la gente deja de respetar las señales de tráfico. Dentro de poco dejaremos de parar en los semáforos en rojo.
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Martes, 25 de febrero de 2020
Hace poco escribí una nota sobre Dolor y Gloria. La película, dije, era un regreso a lo mejor de Almodóvar, que llevaba tiempo confundiendo el cine con la decoración de interiores. Alababa los méritos de Dolor y Gloria, que no son pocos. Pero. Leyendo esta excelente crítica de Helena Espada que añado debajo, he comprendido que pasé por alto algo crucial, la trivialización de la drogadicción en la que incurre Almodóvar. Esa trivialización es, posiblemente, una de las causas de que España esté entre los países con mayores índices de consumo de drogas del mundo. En el cine español (algo que siempre me ha desconcertado), ser drogadicto es una gracia, ¡mola!, como se dice aquí, y la película de Almodóvar refrenda esa aberración con los logros estéticos de su película.
Y ahora que lo pienso, que una enorme cantidad de españoles sean drogadictos tal vez tenga que ver con que tantos españoles voten al PSOE a Podemos y a pequeños partidos-basura de la periferia podemita, es decir que voten de manera suicida.
Más dolor que gloria
La primera vez que vi Dolor y gloria me dejé seducir. Lo reconozco. Hoy la he vuelto a ver porque después de destripar a Amenábar me apetecía escribir algo más tibio y amable. Con toda mi buena intención, lo juro. Y entonces, una vez superada la hipnosis del primer visionado, he detectado alguna trampa, algún desliz, que han relegado a la película de la categoría casi divina donde la tenía colocada. Cosas que pasan.
Mis problemas son dos. Empezaré con el que no admite objeción, el fallo mecánico. Una avería en los engranajes de la película que sin duda no ha pasado inadvertida para un cineasta de la talla de Almodóvar y cuya única explicación es la desidia o una confianza ciega en la ingenuidad del espectador. Esto es el uso descarado del deus ex machina para precipitar la narración hacia los dos momentos de clímax emocional, el reencuentro con Federico, su amor de juventud y la recuperación del retrato pintado por Eduardo, el artista-albañil.
Ambas reconciliaciones con el pasado del protagonista son claves para comprender el happy ending de la obra: La superación de la crisis creativa, la vuelta al ruedo de Salvador/Pedro. Y ambos se dan mediante casualidades del todo inverosímiles, que no puedo describir por falta de espacio, pero que resultan evidentes cuando uno se recobra del embeleso formal y de toda la poesía – tan lúcida y magnética – que empapa la película. A pesar de todo, debo reconocer que la primera vez que vi Dolor y gloria pasé por alto esta astucia – o falta de astucia, según quiera verse – y por tanto, es improbable que el espectadorcito de a pie la tenga en cuenta o se sienta incomodado por tal menosprecio. Porque, sí, utilizar la casualidad en vez de la causalidad para resolver un guión es sin duda menospreciar al público.
Mi otro gran problema con la última película del genio español es el tratamiento naive, superficial y prácticamente insultante de las drogas y la adicción. En la historia de Almodóvar no hay víctimas, nadie sale siquiera mal parado de sus jugueteos con la heroína. ¿Cómo es posible? Estamos hablando de una de las drogas más adictivas y letales, una droga que dejó miles muertos en España en tan solo un par de décadas. Los peligrosos ochenta sembraron las estadísticas de muertes juveniles directamente relacionadas con la adicción al caballo: Cada año morían 300 personas por sobredosis y la incidencia del VIH en inyectores alcanzó la cota desmesurada de 15.000 (número de inyecciones) en 1985. Esto es algo que no debería olvidarse jamás, primero, por respeto, segundo, por precaución. Cuando tenía dieciséis años vi en más de una ocasión a gente esnifando heroína delante mío. Naturalmente, me ofrecieron. Afortunadamente, dije que no. Está claro que yo no me movía por los ambientes más adecuados, pero aún así, nadie puede discutirme que la facilidad que tienen los adolescentes de ayer y de hoy para acceder a las sustancias es un asunto cuanto menos, preocupante. Aunque no para Pedrito, que retrata la adicción de un modo romántico y trivial. En Dolor y gloria, los personajes entran y salen de la heroína con total facilidad. Incluso en un momento, Alberto, el amigo yonki de Salvador dice que «estoy reduciendo la dosis» y ante la incredulidad del protagonista, responde «¿cómo crees que he aguantado vivo hasta hoy, eh?». El propio Salvador Mallo, alter ego del director, acaba enganchado, consumiendo «un día sí y al otro no», pero lo deja como quien deja una moda. Tira la papelina por el váter y sanseacabó. Tendrá que perdonarme el lector el tono edificante, pero este asunto me toca en las entrañas y la banalización del mismo que se permite Almodóvar me parece infame.
Estos defectos, especialmente el segundo, extienden una larga sombra sobre una película que está, sin duda, bien rodada y bien interpretada, pero que carece de brillo, de magia, de personalidad. En cambio, sí que está repleta de metalenguaje, de referencias al propio autor y de una pedantería tal que solo resultaría aceptable si se tratase de una obra maestra. Y no es el caso. Como dice una amiga mía – sentencia que en su momento le discutí, aunque la veo cada vez más acertada -, Dolor y gloria es “Almodóvar practicándose una felación ante el espejo”.
HELENA ESPADA
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Sábado, 22 de febrero de 2020
Las mujeres han participado intensamente de distintas formas en las eliminaciones de masas, incluso matando o torturando ellas mismas a las víctimas de forma esporádica, cosa que aparentemente hacían por propia voluntad, o en colaboración con los hombres. Con frecuencia las mujeres han acompañado a los hombres en sus incursiones eliminacionistas, o les han instado a hacerlo. Es imposible decir en qué número, y exactamente cuándo y cómo cruzaron la línea y pasaron de espectadoras a perpetradoras, con los datos de que disponemos. Sin embargo, el número de mujeres perpetradoras en nuestra época es con certeza enorme. Un gran número de mujeres ha participado en las colonizaciones eliminacionistas, adueñándose de las tierras y de los ahogares que pertenecían a las víctimas que sus compatriotas (y a veces ellas mismas) habían expulsado o asesinado. Un gran número de mujeres ha utilizado como esclavos a los sobrevivientes de la eliminación, o han apoyado logísticamente las agresiones eliminacionistas. No obstante, las mujeres y los hombres se han convertido en perpetradores, especialmente en verdugos, en números muy diferentes, pero sólo debido a la habitual división del trabajo por sexos.
En Ruanda, un enorme número de mujeres apoyó la matanza de sus vecinos y participó en ella. Leopold Twagirayezu, un verdugo hutu, confirmaba lo siguiente: “Las mujeres competían entre sí en ferocidad hacia las mujeres y niños tutsis que expulsaban de una casa abandonada. Pero la empresa más destacada era luchar por los tejidos y los pantalones. Tras las expediciones, ellas buscaban a los muertos y los despojaban. Si una víctima todavía jadeaba, le propinaban un golpe mortal”.
Estoy leyendo Peor que la guerra de Daniel Jonah Goldhagen y es muy útil para no dejarse embaucar por la visión idílica de la mujer que intenta imponer la chochocracia en España.
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Viernes, 21 de febrero de 2020
Véase esta historia de la vida real. Un chico de 18 años va a una discoteca en St. Cugat y allí liga como se dice aquí con una chica de su edad y en cierto momento necesitan más intimidad y se van al lavabo y allí hacen dedos (una expresión fabulosa que yo desconocía) al estilo clásico, es decir él le mete los dedos en el coño a ella (no al estilo Beatriz Gimeno, que consiste como se sabe en que ella le mete los dedos en el culo a él). Pero. Ay. La chica está con la regla y cuando el chico se ve las manos ensangrentadas experimenta cierto repelús, cosa que entiendo perfectamente, y dice no (el famoso no es no, pero del lado equivocado), a la chica no le gusta eso y ¿adivinen qué hace? comienza a gritar y, cuando acuden otras personas a sus gritos, dice que la han violado. Acto seguido se llama a la policía que procede a la detención del chico. ¡Miren sus manos ensangrentadas! Tampoco se trata de escribir una novela, así que sólo añadiré que el chico pasó un mes en la cárcel, que a la chica nunca se procedió a examinarla para comprobar si lo que decía era verdad, y que el chico sólo se libró de un juicio por violación porque transcurrido un mes de hacer dedos en aquel lavabo de discoteca, la madre de la chica presionó a su hija al verla tan campante después de una violación. Y la chica confesó que no la habían violado. Y la madre acudió a la policía y dijo la verdad de lo sucedido.
Todo el que se pregunte en qué tipo de régimen viven los españoles la respuesta es muy sencilla: viven en una chochocracia.
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Jueves, 20 de febrero de 2020
Veo un anuncio de la serie para televisión de HBO basada en la novela Patria de Aramburu. En la escena elegida para la propaganda, se ve a un hombre atado y desnudo en el suelo sin duda sometido a torturas lo que me hace recordar que la única escena de violencia explícita que hay en la novela de Aramburu, la única escena escrita con el propósito de que provoque un rechazo moral, sin lirismos que diluyan los fragmentos de cerebro esparcidos por los etarras, es esa en la que la Guardia Civil tortura a un etarra. Ya dije lo que opinaba de la novela en su momento. Me temo que en la telenovela todo será mucho peor.
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Miércoles, 19 de febrero de 2020
Abandonen amigos los esfuerzos por atribuirme un bando u otro, sé que lo hacen con buena intención, pero yo no pienso en grupo y vengo del futuro de un país donde aprendí a distinguir y a identificar con la mayor claridad al enemigo y el enemigo en España es la izquierda, la izquierda es la carroña.
¿Quién lo hubiera dicho, no? Venimos de un país olvidado de la mano de Dios, donde no hay ninguna vida política, venimos con la sensación de ser pueblerinos que por azar se encuentran en la capital, y de pronto resulta que, políticamente, llevamos varias décadas de ventaja. Aunque entre nosotros haya gente con toda clase de preferencias políticas, nadie conseguirá ya repartirnos entre “bandos” distintos. Nos han curado de maravilla con sulfasina y con “picotas” de esta dicotomía. Conocemos un solo campo político, el de concentración, donde a todos se les da el mismo brebaje. Allí no hay nada a la derecha o a la izquierda, excepto la “zona prohibida”, donde los centinelas disparan sin avisar. Allí hemos aprendido a ver una sola lucha en este mundo, la de lo humano contra lo inhumano, de lo vivo contra la carroña. Todos tenemos nuestra responsabilidad en su desenlace.
Vladimir Bukovski