Estampas

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Viernes, 8 de mayo de 2020

En la historia de la Europa moderna ningún país ha practicado la autodegradación de su ser nacional de una manera tan minuciosa y entusiasta como España. No Alemania, por cierto, que tenía todos los motivos para hacerlo, dada su reciente apoteosis racista y genocida. Los españoles, después de su pequeña guerra civil (comparado con lo que sucedió en Europa antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial, lo de los españoles es algo, en términos criminales, modesto), han optado por la negación de la españolidad en beneficio de una ficticia paz social. Han optado por la extinción de lo español a manos del primitivo e insaciable tribalismo vasco-catalán. Han preferido el pacto y la corrupta y cobarde componenda con las tribus antiespañolas que la defensa de España y han preferido la traición de la igualdad y la libertad de los ciudadanos españoles. El de España no es sólo un caso absurdo, es un caso psiquiátrico.

Y antes de abandonar este triste tema, un detalle interesante. Los bailes tribales vasco y catalán. Creo que es muy significativo que la sardana y el arresku sean danzas anti sensuales, carentes de alegría, más que danzas ritos beatos, más que danzas reclamos de una milicia religiosa. Por otro lado, el baile español por antonomasia es pura celebración voluptuosa y canto desenfadado de carne libre y triunfal.

Lo que me hace pensar, a veces, que tal vez en el fondo todo no sea más que otro capítulo de la antigua batalla entre paganos que deseamos una vida libre y gozada, y los encapuchados de siempre que quieren supeditarla a los sucios designios de algún dios racial, reprimido, hipócrita y siniestro.

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Jueves, 7 de mayo de 2020

Hoy se cumplen veinte años del asesinato del periodista José Luis López de Lacalle. Leo el editorial del diario El Mundo. “ETA ha logrado colonizar las instituciones”, dicen. Colonizar. Pero. No han colonizado nada. Es lo que han obtenido, lo que se les ha concedido, lo que les han pagado, negociación mediante, por matar a cientos de López de Lacalle. Muchos asesinos patriotas vascos viven libremente, honrados por los patriotas vascos y por la sociedad vasca que baila ese baile espantoso vasco y pone el nombre de los asesinos a plazas en ciudades de España. Es decir, bailan ese baile espantoso los patriotas vascos sobre las tumbas de los asesinados y sobre la tumba de López de Lacalle. El perdón, claman los políticos españoles. Quieren que los asesinos pidan perdón, para de esa forma calmar sus almitas catoliconas y ocultar bajo una gruesa capa de ungüento buenista la resignación la derrota y la cobardía nacional. Como en la novelita patriotera y vasca de Aramburu, una cartica del asesino es lo que quieren, por favor por favor un mensajito para poder morir en paz, es todo lo que piden todos ya convertidos en personajes de novelita. Condena completa (si te condenan a 175 años tienes que cumplir 175 años) para los asesinos, eso no, ¡pero qué dices! ¡Que se ofenden los neoetarras, que ya casi gobiernan España.

La foto de López de Lacalle derribado a tiros como un animal, por español, se ha convertido en la pieza de muerte que vocea estentórea en el rostro de la sociedad española su vil derrota ante ETA. La sombrilla invertida es en verdad el cuenco donde se acumula y se acumulará inexorablemente la ignominia y la bajeza de los que suplican a los asesinos de López de Lacalle que pidan perdón.

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Miércoles, 6 de mayo de 2020

Ya está en plena guerra, rodeado de apaciguadores y cobardes, no sólo franceses, también una buena parte de la cúpula política inglesa, Halifax en primer lugar, suplicando por un pacto con los nazis. ¿Y qué hace Churchill? En esa encrucijada histórica, Churchill encarna al verdadero estadista. Ordena que se instale una ametralladora ligera en su coche oficial a fin de poder contraatacar en caso de sufrir una agresión, cuando viaja por mar requiere que en su bote salvavidas haya una metralleta para luchar hasta el último momento, y en sus viajes a Francia para intentar convencer a los caguetas franceses para que peleen, va armado de un revólver y le dice a su fiel guardaespaldas: No tengo intención de que me cojan con vida.

Y cuando la Oficina de Guerra elabora un discurso y se lo ofrece estableciendo lo que debía declararse en caso de que Inglaterra fuera invadida, lo rechaza diciendo que, en ese caso, sólo diría a sus compatriotas: ¡Ha llegado la hora; muerte al huno! ¡Siempre podéis llevaros a uno por delante!

Siempre podéis llevaros a uno por delante.

Qué cojones, Churchill.

Y. A propósito. Los cojones están muy mal vistos en España. Por eso España es hoy tal vez el país (después de Cuba, en cualquier caso) con la mayor cantidad de ciudadanos pájaro-dodo del mundo. Ciudadanos pájaro-dodo que como sus famosos predecedores, avanzan mansamente hacia la extinción. Aunque hay una diferencia eso sí los pájaros dodo originales no avanzaban hacia la extinción aplaudiendo.

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Martes, 5 de mayo de 2020

Llevo un par de días durmiendo mal la nariz tupida y un moderado malestar parece alergia o un vulgar constipado pero no hay que confiarse, no te confíes me digo, el virus chino es un gran asesino como debe ser ya que es un producto de la China comunista país de grandes asesinos y país de gran tradición asesina y un país de salvajes que comen perros, como se sabe. Y hablando de perros, hoy leí una noticia que me enfureció letalmente y despertó mis considerables instintos asesinos. El perro de unos matones okupas, mató a un bello perrito. España es un paraíso para los delincuentes a los que favorece y mima con esmero mientras despliega el mayor desprecio hacia los ciudadanos respetuosos de la ley. Léase atentamente la noticia, es un buen retrato de la España progre. Las herederas de la propiedad okupada, víctimas del latrocinio gubernamental, los okupas impunes y protegidos por ley. La impunidad de los delincuentes okupas en España produce el asco más profundo en cualquier persona medianamente decente. Creo que si algo así me sucediera (y digo creo porque como soy humano siempre la cobardía y la vileza podrían impedirme reaccionar decorosamente), el perro del ladrón okupa podría darse por muerto. Ya sé que lo ideal sería matar al matón dueño del perro asesino y no al pobre perro asesino envilecido por su dueño ladrón, pero el mundo nunca es como debe ser y en consecuencia lo ideal está siempre severamente castigado.

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Lunes, 4 de mayo de 2020

Sigo con Churchill y para mi enorme satisfacción sus opiniones sobre el comunismo y sobre la Revolución rusa y en general sobre la siniestra plaga comunista y rusa: “En Rusia se llama reaccionario a un hombre si se opone a que le roben sus propiedades y a que asesinen a su esposa y sus hijos”. Y respecto a que los alemanes permitieran a Lenin cruzar Alemania y llegar a San Petersburgo. “Es lo mismo que enviar una ampolla llena de un cultivo de fiebres tifoideas o cólera destinado a ser vertido en los depósitos de abastecimiento de agua de una gran ciudad”. Churchill fue el primero en comparar e igualar el nazismo con el comunismo y describir de la manera más precisa sus actos y su naturaleza: “Pestilentes y grotescas bufonadas del simiesco bolchevismo”. “Fétida mezcla de crimen y animalidad”. “Enemigos confesos de la civilización”. Y la mejor descripción de Rusia comunista que cabe imaginar: “Una Rusia infecta, una Rusia apestada, de tiranos cubiertos de sangre, una montaña de vergüenza y degradación”. “El bolchevismo no es una política, es una enfermedad”.

“Todo el mundo puede comprobar que el comunismo pudre el alma de una nación; que la vuelve abyecta y le hace pasar hambre en tiempos de paz, y que la envilece y la transforma en algo abominable en épocas de guerra”.

Que esta evidencia sea negada en España por millones de votantes del PSOE y Podemos es una prueba irrefutable de que la izquierda española es ya poco más que una grotesca degradación. A los votantes del PSOE y Podemos sólo puede definírseles actualmente como a una manada de peligrosos chimpancés.

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Imitación de Lucas Lírico

INQUILINO DEL KM 000 (XVCIIZ)

Pongo los pies en el suelo. Los dos. Son las 8.34 y 5 segundos. El confinamiento más que encierro es un levitar descascarado de monja azafrán y temblor de cervatillo violado por un leñador que anida su hogaza de pan bajo el brazo. El sobaco es una hermandad cocinada a fuego lento. Uno de los gatos se ha metido en el horno y hoy comeremos gato asado. Eso pasa. Lora abre el horno como quién lee a un Rimbaud condimentado con una pizca subatómica de Petrarca. Pero lo mejor de la incursión del gato en los paisajes troquelados a lo Piranesi del horno, es que ya tengo algo que escribir. Abro el balcón. El balcón es un rumiar de cascabeles huérfanos. Durante las dos horas siguientes me toco las gónadas. Ser de gónadas pequeñas es un gazpacho a lo Lévy-Strauss o un rocín trajeado. Yo lo tengo clarísimo. El tiempo es una sopa de legumbres condimentada con néctar de serpiente agridulce que repta en la panoplia del río de Heráclito. Varicela del niño plural. Cosas que pasan. Leo a Galeano, que dicen que murió enculado por un negro de la policía cubana. Yo qué sé. Esas cosas pasan. Llama Aymá, gran enamorado del Ché. El amor es así. Son las 12.15 y 32 segundos. A esta hora me entran unas vagas ganas vanas de menearme la piruleta. Cosas que pasan. Hasta la panadería a por la hogaza climatérica, ida y vuelta, salen 13 minutos. Cuando regreso, la luz es un saltimbanqui beodo al atravesar el cristal. Apostado en el inodoro como en el lomo de un elefante indio, encuentro esta frase subrayada de Max Aub: “Eso ha sido siempre lo español: rumiar”. Yo sí creo a Fernando Simón. Llama Pérez Reverte, está a punto de tomar por asalto un nido de ametralladoras en Libia. Llamará más tarde. Lo entiendo. Camino tres pasos. Me miro en el espejo y veo un pájaro dodo. Pienso en Kafka. Cosas que pasan. Salgo al balcón. La calle es el naufragio de un celular traumatizado y sin wifi. El otro gato, no el que danzó con Proserpina en el horno, se ha metido en la ducha. Está usando mi champú ecológico. Cosas de gatos. Espero el momento de apostarme tras los visillos. Son las 15.56 y 10 segundos y medio. La vecina del piso de enfrente hace sus ejercicios en tanga. Algo es algo. Pajillas cerebrales de lebrel encastillado en el prepucio de Tánatos. Lo entiendo a la primera. Llama Maruja Torres. Su fealdad se nota hasta por teléfono. Esas cosas pasan. Toda mi estética se la debo a su amistad de sable zurdo y galletas gourmet de mar brisita hirsuta y cabeza glande de adolescente árabe. Son las 17.47 y 3 segundos. Mi vida es lo que veis, quitando los ensueños onanistas. Sencillamente cuento los días que pasan y me dejan un zurullo lírico en la mano. A veces escribo con el extremo geográfico intestinal. Saco las cosas de pintar. También pinto. Soy la hostia. Es impresionante que alguien me pague por estas chorradas. Son las 20.00 horas


Qué menos podíamos hacer para agradecer a Lucas Lírico su serie, lo más cómico que se ha publicado en la prensa española durante la cuarentena, que hoy, desgraciadamente, llega a su fin.

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Sábado, 2 de mayo de 2020

Leo Churchill de Andrew Roberts, un prodigio de información y amenidad. Churchill es un hombre fabuloso. Ya no nace gente así. No menos fascinante, su madre Jennie Jerome una beldad que apenas se ocupa de su hijo y lo ve raramente y se dedica a coleccionar amantes apuestos y aristócratas y ricos y hasta un futuro Rey. Qué mujer. A su marido, político autodestructivo y padre severo de Churchill, no parece importarle demasiado la liberalidad erótica de su mujer y se dedica por su parte a coleccionar, aunque con menos entusiasmo, cocineras, asistentes y criadas. A pesar de la época, hasta donde consigo vislumbrar, el de los padres de Churchill fue un matrimonio ajeno a las taras de la posesión sexual, que se respetó y amó, creo. Jennie estuvo junto a su esposo cuando enfermó y lo acompañó hasta la muerte con dedicación y entereza. Churchill admiraba ciegamente a su padre y dedicó toda su vida, o gran parte de ella, a demostrar su valía, a justificar sus errores, y a combatir a sus enemigos políticos.

Churchill es un estudiante brillante pero indisciplinado. Y, lo verdaderamente singular, hace gala de una presciencia asombrosa. A los dieciséis años dice a su amigo Murland Evans: “Veo que se avecinan grandes cambios en este mundo que ahora vive en paz y en el que no obstante habrá grandes levantamientos y terribles luchas; guerras que hoy no alcanzamos a imaginar siquiera; y te aseguro además que Londres correrá grave peligro -la capital será atacada, y yo me significaré muy notablemente en su defensa -. Veo a mayor distancia que tú. Veo el futuro. Ocurrirán cosas que expondrán a este país a una tremenda invasión, no sé por qué medios, pero te aseguro que yo estaré al mando de las defensas de Londres y que salvaré a la ciudad y a Inglaterra del desastre”.

Dieciséis años.

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Miércoles, 29 de abril de 2020

Escribo un librito nuevo a ratos (ya sólo escribo libritos) creo que ya lo he dicho, Vida de perro lo titularé. Alejándome cada vez más de Flush, también podría ser el título. Mi intensión con el librito es demostrar la superioridad absoluta de un perro comparado con un ser humano. Ya sé que es algo evidente pero aún así me dará placer escribir sobre mis perritos, que es básicamente lo que será el librito una casera crónica del mejoramiento intelectual y moral que han traído a mi vida mis perritos, la constatación de la superioridad de mis perritos quiero decir.

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Martes, 28 de abril de 2020

Me escriben algunos lectores y atribuyen intenciones literarias o estilísticas a mis emanaciones. Por mi uso, o desuso, de la puntuación y la sintaxis. Les respondo que no hay ninguna. Ninguna intención literaria o estilística. Escribo tal y como resuena en mi cabeza la escritura y lo único que me preocupa y me interesa es que sea lo más fiel posible a lo que resuena en mi cabeza. Es muy difícil, tal vez imposible, esa transcripción. Trato, pero en general naufrago. Lo que ustedes leen son los restos de ese naufragio. No digo que a veces no escriba, muchas veces no llego a embarcarme, muchas veces no llego a divisar el mar. A veces escribo, es verdad. Cuando intento explicar y explicarme algo por ejemplo muchas veces no resuena nada en mi cabeza, entonces escribo. Pero es de lo peor que hago. Cuando mejor escribo es cuando no escribo. Cuando sólo escucho y transcribo. No me interesa la sintaxis ni la puntuación me da igual todo eso. Cómo suena, es lo que me interesa. Confieso, sin embargo, que a veces intuyo un significado oculto, incluso ajeno a la escritura, en lo que resuena en mi cabeza y lo persigo, pero siempre con el propósito de encontrar, no descubrir, una peculiar resonancia en el idioma. Un escritor es una resonancia en el idioma.

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Lunes, 27 de abril de 2020

En el jardín ayer, a la tarde al caer, le colgaban hilachas negras miles millones de hilachas negras yo las vi. Calma, me dije. Pero estaba calmado. Con lo de la plaga china la lucidez ya no me aterroriza tanto. Miles millones de hilachas negras lo he sabido siempre aún cuando no lo he querido saber. Había visto más temprano un video de cubanos moviendo el culo en una especie de tugurio infecto o casa en La Habana vertedero principal de la isla y el denigrante espectáculo me entristeció, no porque me apenara o sintiera que me concernía en modo alguno el lugar o aquella chusma degradada sino por venir de ahí pasé años ahí nací ahí me dije mirando aquellos seres grotescos y me recorrió el cuerpo un escalofrío de asco y terror. Hilachas de sangre negra sobre los vivos y sobre los muertos lo sé pero esta vez qué cerca en el jardín. Había un pajarillo mordisqueado en la hierba verde y agua envejecida y había una adiposidad fétida y una mimosa que se secó. Fui anotando. Hasta que la tarde terminó de caer con un ruido de carne despachada y la oscuridad cubrió totalmente el jardín, qué cerca, y ya no se distinguían las hilachas negras pero seguían allí y pensé, calmado eso sí, que lo de la alegría de la luz y su existencia misma es sólo el envés de las hilachas negras y que podía considerarme afortunado de no ver siempre las hilachas negras porque si las viera siempre no podría vivir.

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