Estampas

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Mates, 15 de diciembre de 2020

Termino el libro de Houellebecq (Ampliación del campo de batalla) y me gusta mucho. Tanto que releeré alguna otra cosa de Houllebecq (siempre evitando evocar su rostro, eso sí). Es un libro escrito sin mariconerías (de la prosa), bueno muy pocas, es un libro antihumano todo lo humano es repugnante en el libro, y eso está bien; además, el libro desprende un tufo a suciedad (sospecho que Houellebecq se ducha poco). Lo que ya no me parece tan bien, es que al final el personaje descubre la falsedad del mundo teórico y del mundo como representación, y experimenta una epifanía que lo empuja a una fusión con la Naturaleza, con el mundo natural. Esta solución no me gusta porque es muy literaria, y lo peor, es falsa (como todo buen escritor Houellebecq aspira a la verdad, creo). El mundo natural ya no nos contiene. Es monstruoso y ajeno.

Para la chusma humanista mayoritaria, dominante y “normal” que el personaje Houellebecq tanto detesta (hasta el crimen) cualquier lucidez extrema es demencial. Hasta ahí de acuerdo. Al final te querrán meter en un manicomio. Pero. El problema es que el personaje Houellebecq desea la “fusión sublime” con el todo y cuando no lo consigue, cuando siente la piel como una frontera cree que “ha fallado el blanco de la vida”. Pero el destino del hombre no es la fusión sublime (esa forma de felicidad, de realización, de sentido) sino el conocimiento. Su trasmisión, básicamente.

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Lunes, 14 de diciembre de 2020

He comenzado a leer otra vez Ampliación del campo de batalla, de Houellebecq. Lo leí hace mucho tiempo también otra novela suya de la que ahora no recuerdo el nombre. Cuando leía a Houellebecq me venía a la mente la cara de Houebellecq y no podía seguir leyendo. Sufría un shock antiestético, creo. Hoellebecq es uno de los hombres más feos del mundo. Follarse a Houellebecq debe ser como destupir una alcantarilla en la India o follarse a una mujer abertzale. Pero. Ahora he encontrado ese libro de Houellebecq revolviendo libros en el garaje y leí el primer capítulo y me gustó. Así que continuaré a ver qué pasa. Trataré de no pensar en la cara de Houellebecq mientras leo.

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Sábado, 12 de diciembre de 2020

No sé si ya se puede decir la dictadura de Marruecos siempre me ha sorprendido mucho que en España nadie diga la dictadura de Marruecos. ¿Alguien duda que lo de Marruecos y su reyezuelo es una dictadura? En estos días la dictadura de Marruecos ha ordenado una invasión de jóvenes marroquíes en edad militar bien comidos y vestidos y con dinero (si yo hubiera tenido que pagar miles de dólares para salir de Cuba en el bote en el que salí, todavía estaría allá) y hasta teléfonos no rastreables quién sabe que propósitos ulteriores tenga la invasión marroquí, pero por lo pronto sirve para chantajear a los españoles y ordeñarlos económicamente. La dictadura de Marruecos con lo de la invasión (inmigración para la prensa española) ordeña (como los vascos) a los españoles (los gobiernos no tienen dinero quien paga siempre son los españoles) en cantidades enormes que luego utiliza el reyezuelo de Marruecos para modernizar su ejército y armarse quién sabe lo que planeará el reyezuelo respecto a Ceuta y Melilla. Hay que cuidar las relaciones con Marruecos eso lo veo mucho en la prensa escrita y en la televisión española. Yo francamente no veo por qué. A no ser que los españoles se consideren vacas a las que les gusta ser ordeñadas, en ese caso sí.

4505

Viernes, 11 de diciembre de 2020

Hay un momento en la vida en que uno comprende que la única forma de resolver, o al menos paliar de manera efectiva, las injusticias del mundo es redactar una lista de gente a la que hay que matar. Siempre detrás de los grandes infortunios de la Humanidad hay un hombre o un grupo reducido de hombres, no multitudes. Las sociedades que renuncian a la violencia para defender sus logros morales materiales y culturales están condenadas a la degradación y a la infamia, y están condenadas a desaparecer.

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Jueves, 10 de diciembre de 2020

Nuevas generaciones de lectores se interesan por la obra de Reinaldo. No los suficientes, cada día se lee menos y cada día se lee más basura. Pero. A los grandes escritores no los leen muchedumbres. En otra época sí, pero ya esa época ha pasado y no regresará. Ahora se lee mucha tontería y esa es la causa de que la gente sea cada vez más tonta. En las escuelas además se les educa para ser débiles para no competir y para poner la otra mejilla es decir para ser tontos y diría yo más, subnormales. En el sentido de que la normalidad occidental pasaba, antes, por el orgullo de ser hijo de la Civilización Occidental, de la cultura occidental. Con razón, naturalmente, ninguna cultura y ninguna civilización puede compararse todas son inferiores a la civilización y la cultura occidental. A treinta años de su muerte nuevos lectores se acercan admirados y hasta devotos a la figura y a la obra de Arenas. Él hablaba del benéfico olvido, pero yo creo que homenajes como el que le rindieron el día 7 frente al edificio donde murió le hubieran hecho feliz y casi puedo ver brillar sus ojos otra vez.

4503

Miércoles, 9 de diciembre de 2020

Va progresando Vida de perro un librito que estoy escribiendo sobre mi vida con los perritos. Será un libro de unas cien páginas a lo sumo, lo imagino ilustrado y en una de esas editoriales pequeñas y exquisitas, que algunas hay en España. Me he propuesto escribir todos los dias un capítulo o capitulito son muy breves y algunos brevísimos. Ya tengo escritos cuarenta y nueve. Aquí les dejo uno de los capítulos o capitulitos.

Antes podía entrar
A veces el perro, dormido, gime. Tiemblan sus párpados y el pelo del lomo ondula y su respiración se entorna. Los gemidos que emite tienen un poco de paraje artero y otro poco de fetal indefensión. Yo aparto los ojos del libro y lo miro y veo al perro que es mi perro negro el más musculoso esbelto y veloz de los dos que tengo, el más animal de presa, de la reminiscencia de ser un animal de presa quiero decir, atravesando unos prados colmados de una niebla de cristal. Yo antes podía entrar y salir de esa niebla de cristal, pero algo me ha pasado y ya no puedo. Esa niebla es a veces blonda e infantil en los gemidos del perro y a veces la niebla misma es el perro, pero, cuando eso sucede, sé que la niebla intenta engañarme. Entonces me quedo quieto, escuchando muy concentrado, los gemidos del perro; temo que, si la niebla sabe que la veo, se tragará a mi perro que quedará atrapado para siempre en esos prados de niebla que me están vedados. Así que permanezco inmóvil hasta que su respiración se sosiega y comprendo que ha regresado y sólo entonces me atrevo a mirarlo otra vez y a volver a la lectura.

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Martes, 8 de diciembre de 2020

“Ya no es poder sino la contestación la que practica hoy la censura y la que intenta amordazar a los que piensan mal. ¡Asqueroso! ¡Racista! ¡Pedazo de rencoroso! Brama el enemigo vulgar. Académico del supremacismo occidental, procedente de las profundidades abismales de la peor reacción, ha escrito el mandarín Badiou, profesor emérito que garantiza, además, su apoyo amistoso a todas las víctimas, directas o indirectas, de la jactancia del parásito rencoroso de las manifestaciones progresistas. Por muy marginal que sea, esta alianza contra mi nombre por parte de la élite sofisticada y de un populacho desenfrenado me da ganas de tirar la toalla. Yo acepto la polémica, no tengo miedo a la contradicción, pero el resto, es decir, las vejaciones de los portavoces deshumanizados de la humanidad que sufre es algo que no puedo soportar. Con todo, resisto los asaltos del ¿qué sentido tiene…? y al sueño de Escocia: continúo, me obstino, agravo mi caso por una razón muy simple, admirablemente formulada por León Werth en el diario que redactó durante la ocupación alemana. Con fecha de 21 de octubre de 1940, escribe el gran amigo judío de Saint-Exupéry: Me debo a una civilización, a Francia. No tengo otro modo de vestirme. No puedo salir completamente desnudo”.

Resiste Finkielkraut a las hordas de la izquierda culogorda y a la chusma desenfrenada. Gracias, señor Finkielkraut. La civilización occidental debe plantar cara a la barbarie autodestructiva (anticapitalista) de la izquierda culogorda y a la peste de género feminista y en resumen debe enfrentar el asalto de la vulgaridad. El triunfo de la izquierda populista, de la chusma, y de los que propugnan la mansedumbre ante la invasión islamista, es el triunfo de la vulgaridad y el oscurantismo. Gracias a la cobarde educación europea y a la demografía, quizás ganen, no digo que no. Pero. Es nuestro deber combatirlos por todos los medios, hasta el final.

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Domingo, 6 de diciembre de 2020

Y como hablé de Japón decir que me gustaría que esparcieran mis cenizas allá en un bosque lleno de cigarras o en el paisaje de Matsushima o en una falda del monte Nikko al que la gente de la zona llama Gozaemon a ser posible. En el mar no, porque sería como un regresar si huimos hace millones de años del mar y ganamos la tierra por qué volver al mar hasta en la muerte continuar huyendo es mi mayor deseo. La razón para que esparzan lo que quede de mi en Japón es que se halla muy lejos de la isla pavorosa, más lejos está Australia ya lo sé, pero detesto Australia. Japón por el contrario es el país que más me gusta esa combinación de euforia tecnológica, educación extrema, austeridad, perversidad sexual e infantilismo. Que alguien por favor lleve mis cenizas allí.

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Sábado, 5 de diciembre de 2020

He encontrado al Gatobús llevaba días buscándolo y al fin lo he encontrado. Lo compré en el Museo Ghibli de Tokio una tarde invernal. En el museo, que es el Museo Miyazaki verdaderamente hay un Gatobús gigante donde los niños pueden entrar como si fuera el Gatobús de la película, es algo maravilloso. Yo pretendía entrar con los niños pero no me dejaron ¡sólo para niños! me decían en inglés los japoneses y me rechazaban ¡soy un niño, soy un niño! chillaba yo pero los adultos son ciegos ante la infancia verdadera. Aquella tarde, cuando salimos del museo caía un aguanieve y más tarde ya en el hotel durante la cena el restaurante del hotel estaba en un piso cincuenta si mal no recuerdo arreció la nevada y aquel fue uno de los momentos más bellos que he vivido sentados a la mesa comiendo carne de Kobe y bebiendo vino francés junto al ventanal en el edificio inmerso en la nevada tú y yo qué blancura una blancura indescriptible una blancura que no es posible decir pero que, si me obligaran a decirla, diría que era como la blancura de los dientes del Gatobús. Ese tipo de blancura.

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