Estampas

5852

Lunes, 23 de diciembre de 2024

Este ha sido un año de grandes lecturas y es justo destacar el descubrimiento de la obra de Juan José Sebreli. Qué valiente inteligencia, para variar; sabemos que lo que abunda mayormente son inteligencias cobardicas, mierdecillas y pensamiento grupal. Qué vergüenza no haber leído antes a Sebreli.

Y. Por otro lado, como no voy a ser yo el único que no proclame cuál es el mejor libro del año, diré que mi mejor libro del año 2024 es mi mejor libro del año 2023: Vida de Arcadio. El de Espada fue el mejor libro escrito en España en 2023, y continúa en la cumbre en 2024. Sospecho que seguirá en ella por muchos años.


Literatura de los hechos

5851

Domingo, 22 de diciembre de 2024

Domingo de quesos: Saporito italiano, Comté Bleue reserva, Bellegen holandés, Gris de montaña de la Sierra de las Nieves y Payoyo. Un nítido Augvstvs chardonnay de acompañante. Y solomillo de ternera escoltado de berenjena rebozada.

Y eso que acaban de empezar las fiestas.

5850

Sábado, 21 de diciembre de 2024

Lo que faltaba, un islamófobo, como si no tuviéramos suficiente con los terroristas religiosos musulmanes, lanza su coche contra los viandantes en un mercadillo navideño alemán y mata a cinco personas y hiere a doscientas. Un islamófobo.

Por qué no lanzó el coche contra una mezquita, se pregunta uno.


Feliz Navidad

5849

Viernes, 20 de diciembre de 2024

Mi hermano mayor me envía este hermoso poema.

UNA VEZ MÁS DICIEMBRE

A la memoria de Antonio Dagoberto Abreu Blanco (1917-1999), mi padre.

April is the cruellest month, breeding
Lilacs out of the dead land, mixing
Memory and desire, stirring
Dull roots with spring rain.

T. S. Eliot

No, diciembre es el mes más cruel,
engendra muertos en las paredes de mi cuarto,
desgasta deseos en la memoria
y los enchumba de melancolía.
Así entra un niño, casi un adolescente, delgadito, pálido,
viste un traje color crema
–en otras está vestido de marinero–
y está descalzo.
Enseguida lo reconozco, es mi padre.
No dice nada, solo me mira con la cabeza un poco baja,
el pelo revuelto.
No trae flores en las manos,
no le gustan demasiado las flores
ni las lluvias primaverales,

de cualquier forma estamos en invierno
y parece que en Sweetwater
no nevará esta noche, ni mañana, ni nunca,
ni siquiera habrá frío.
Solo ese polvo que es como una llovizna
que empapa y embota los sentidos,
rumia como mi gato en la ventana,
permanentemente clausurada.
Ven, dice mi padre,
y yo no sé si me está llamando al otro lado
o solo desea mostrarme
la miel que se le escurre
entre las sombras de su riñón izquierdo
y un camión azul.
Ven, dice mi padre, y las lomas de Matanzas
están brumosas detrás de su mirada.
Las trampas de las jaulas aún tienen alpiste,
pero los tomeguines se niegan a caer.
Cuando aquello yo estaba en Berlín viendo de lejos
la tristeza sin color de la parte opaca de la ciudad
que había sido comunista,
cuando me llama mi hermana para decirme
que mi padre no se quería despertar.

Duerme y en el círculo
las olas blancas, transparentes,
esperan por el golpe que las desbande.
Mi madre no puede hacer nada
porque está muerta desde hace cuatro años.
Salió a comprar pan y una sopa de pescado
para mi padre y en Flagler y la 20 Avenida
la aplastó un carro.
Quedó un círculo rojo donde cayó la cabeza.
No me atreví a tocarlo.
Mi padre no fue al entierro como no había ido al de su madre.
No le gustaban los velorios ni los entierros,
ni los cementerios, nada que tuviera que ver con la muerte.
Bastante muerte había acumulado ya
en más de ochenta años.
Estaba harto,
ahora le bastaba con la televisión, sus cigarros,
una cerveza Bush y,
de vez en cuando, que lo sacara a comer
aunque siempre pedía lo mismo,
fuéramos donde fuéramos
–bistec con papas fritas–
y al Valentino, el único cine que,

todavía,
ponía películas con subtítulos en español
y que ya no existe.
De joven le gustaba la pelota
aunque nunca iba al estadium, pero de viejo no toleraba
verla por la televisión,
solo películas que nunca terminaba
pues se quedaba dormido en su reclinable gris
atestado de quemaduras de cigarros.
La mirada perdida, en busca de la llegada de mi madre
cosa que, ya nunca ocurriría.
Era una mirada blanca, cuajada de vetas grises,
donde un pájaro cantaba exclusivamente para él.
Nunca supe el nombre de aquel pájaro,
él jamás me lo dijo y no me decidí a preguntarle.
Una vez yo, como todos los días,
camino del trabajo al pasar por su casa
vi a mi madre acostada, como siempre
untándose pomadas
y le pregunté por mi padre.
Se fue temprano al Parque del Dominó y
no ha regresado, me susurró al oído.
Salí a buscarlo y me lo encontré caminando

lejos de la casa, desorientado.
Es que no encuentro el camino, me dijo.
Estaba sudado y sonriente,
pero no preocupado.
Traía algo que se había encontrado,
siempre estaba recogiendo cosas inservibles
y cualquier juguete.
Con el tiempo los caminos cambian,
ya no te llevan a los mismos lugares
sino que juegan contigo a los escondidos.
El niño ahora está en una cama,
mi hermana dice que no puede hacer nada más,
que se niega a despertar.
Hay placidez en el rostro de mi padre,
diría que hasta dulzura,
su sueño es exclusivo y nosotros no podemos entrar,
solo mirar cómo se apaga sin apuro,
sin estridencias ni aspavientos.
Estamos en diciembre
y diciembre es el mes más cruel,
los muertos asoman sus cabezas por las paredes,
hacen señas obscenas, se burlan,
y hasta mis perras se niegan a seguir.

Todos me miran,
parece que mi padre ya encontró el camino.

Diciembre y 2024.

5848

Jueves, 19 de diciembre de 2024

Y sobre Miguel Ángel Blanco y sus asesinos, añadir que por orden de Txapote lo mantuvieron atado y amordazado cuarenta y ocho horas en el maletero de un coche, justo hasta el momento de matarlo. Cuarenta y ocho horas. Me he enterado de esto (se omite, curiosamente, la tortura, cuando se habla del crimen) leyendo La tribu caníbal el pulcro e hirviente libro sobre la violencia de ETA que mi amigo Carlos Rodríguez Estacio acaba de publicar. Y aún otro detalle que no se menciona: la autopsia revela que Blanco tenía las mejillas quemadas: se había pasado los dos días que lo mantuvieron dentro del maletero del coche, llorando.

Esas lágrimas son el estigma imborrable en el rostro de una España que eligió arrodillarse ante los bárbaros.

Lean el libro de Estacio. Es indispensable si queremos calibrar la barbarie tribal etarra y la inconmensurable fosa de bajeza e infamia de los políticos que pactaron el blanqueamiento de los terroristas, y que están a punto de liberar al verdugo de Miguel Ángel Blanco.

5847

Miércoles, 18 de diciembre de 2024

Si en algo podemos confiar en lo que concierne a la Justicia y a la Política española es en que Josu Ternera morirá en libertad y no en la cárcel como merece por sus crímenes y Jordi Pujol jamás será castigado por sus latrocinios. Ah, y en que Txapote, torturador y asesino de Miguel Ángel Blanco y condenado por trece asesinatos a cientos de años de cárcel que no cumplirá, saldrá en libertad en 2025 y será recibido como un héroe por sus cómplices, léase los vascos.

5846

Martes, 16 de diciembre de 2024

“La vida de Jesús, tal como la cuentan los Evangelios, es en parte también copia de la existencia de otros profetas anteriores, como Buda o Moisés. Es nula la documentación histórica sobre Jesús, nada se sabe sobre Belén; toda Judea era una zona semidesértica, marginada de cualquier centro urbano importante como para que los historiadores de la época se ocuparan de ella”.

“Las escasas evidencias sobre la vida de Jesús de Nazaret otorgan una gran libertad para la fantasía; todas las interpretaciones son posibles, incluso la creencia de que no existió como personaje real, sino solo como un ser espiritual o un símbolo”.

“El teólogo Robert M. Price, refiriéndose a una exitosa novela seudobiográfica, decía que investigar periodísticamente la verdadera historia de Jesús es como documentar la vida de Robin Hood o de Superman”.

Sigo con Sebreli.

5845

Lunes, 16 de diciembre de 2024

Toda mi vida he intentado identificar al enemigo y he llegado a la conclusión después de muchos y variados avatares de que los que vienen a salvarnos son el enemigo.

5844

Domingo, 15 de diciembre de 2024

Recuerdo que siendo un joven pavoroso, quiero decir que vivía en la isla pavorosa, un buen samaritano me prestó (durante unas horas, existía una inmensa lista de espera), un ejemplar de la prohibida revista Playboy. La revista (honrada era evidente por miles de masturbaciones a las que me sumé presto) contenía un amplio reportaje fotográfico sobre El último tango en París. La oportunidad de contemplar las apoteósicas tetas de María Schneider es algo que nunca podré agradecer bastante a Playboy y a la misma Schneider, naturalmente. Cuánta belleza. Cuánto poderío erótico. Ya libre, entiéndase fuera de la isla pavorosa, pude ver la película de Bertolucci, que me pareció y me sigue pareciendo una paja mental petulante, típica del cine de Bertolluci. Pero el cuerpo y las tetas monumentales de la señora Schneider seguían deslumbrando como desde aquella manoseada revista Playboy de mi pasado pavoroso.

En su momento, la película, que no merece mayor atención que la que exige la belleza de Schneider, adquirió gran notoriedad por una escena de sexo anal (falsa, lógicamente) que despertó la ira puritana (e hipócrita, lo puritano es invariablemente hipócrita) de los encapuchados de siempre. Entre los que no faltaba, como es lógico, el Vaticano, siempre atento a lo que hacemos con nuestros culos.

Hablo de esto, porque acaban de censurar (ellos dicen cancelar) en la Cinemateca Francesa, la exhibición de El último tango… debido a protestas y amenazas de las mujeristas odiahombres, zumbadas woke, organizaciones feministas y gente así. ¡Violación, violación!; claman los nuevos encapuchados: el sexo es la brújula moral de los censores.

Los odiadores de la libertad cambian de careta dependiendo de las épocas, pero siguen siendo en el fondo la misma hedionda inmundicia.

5843

Sábado, 14 de noviembre de 2024

Pie de foto. Mi niño amarillo ocupa el lugar de escribir y está además en la pantalla erguido y atento. En ese momento leía como puede verse a Leautaud y a Kertész, poco más puede pedirse a la lectura. Y a la literatura. Afuera la noche es fría y la luz de la lampara es blanca y poca. En la pared un dibujo del pintor Alfonso. Hablé con él un día antes de morir y bromeamos y la muerte parecía lejana, cuánta razón tiene Bulgákov: que seamos mortales es sólo la mitad del problema, lo grave es que lo somos de repente. A la derecha de mi mesa de trabajo también es noche cerrada. Un vaso, objetos de disímil naturaleza, una foto de los años ochenta en Manhattan con Reinaldo nieva en Central Park si mal no recuerdo. Más libros, y un buho de bronce que me regaló mi hermana. El niño amarillo ya caza en las sombrías praderas y he dispuesto por escrito que sus cenizas reposen (es un decir) junto a las mías para que me proteja cuando me toque salir a mi vez de cacería en el eterno hierbazal.

« Anteriores Más recientes »

Comentarios

© Juan Abreu, 2006-2019