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Martes, 11 de marzo de 2025

Antes de que nos liberaran allá en la isla pavorosa nunca tuvimos bidet, pero sí un inodoro viejo que funcionó con normalidad hasta que nos liberaron del agua corriente, que una vez liberados venía muy de cuando en cuando. Con los años, el inodoro dejó de funcionar y como también nos habían liberado de las tiendas donde comprar uno nuevo o piezas para arreglarlo nos vimos obligados a abrir un agujero en su base de modo que quedó convertido en una letrina semejante a las que poco después encontré en el ejército. Pero. Eso sí. Según los libertadores, teníamos mucha dignidad.

Recordé esto hoy, sentado en mi bidet de exiliado. Si algún día por desgracia en el lugar donde vivan algún político o libertador de cualquier tipo comienza a prometer libertad, soberanía, independencia y sobre todo ¡dignidad! escuchen atentamente y comprueben si entre sus altas promesas se incluye un bidet. En caso contrario, escapen lo antes posible. La dignidad es un bidet.

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© Juan Abreu, 2006-2019