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Jueves, 6 de marzo de 2025

En el diario una foto del Rey en la llamada Feria de Arte ARCO. Nunca he visitado la llamada Feria de Arte ARCO, ni pienso visitarla. En la foto aparecen el Rey y algunas otras personas, supongo, del llamado Mundo del Arte, y en una pared la obra de un artista cubano obra de arte conceptual: unas pesas con nombres de escritores. En una de esas pesas, junto a autores como García Lorca o Kafka, el nombre del esbirro castrista Leonardo Padura. Lo de esbirro no quita ni añade nada al arte literario, pero hombre poner a un novelista mínimo como Padura junto a tan grandes escritores es un poco provinciano. Es obviar, en nombre de la siempre triste tribu, la cósmica distancia que separa una redacción de Padura de los Diarios de Kafka.

Como se sabe, decir arte conceptual es incurrir en un oxímoron: o es arte o es conceptual. Si es arte no es conceptual, si es conceptual no es arte. Llamadlo pujo filosófico, diarrea simbólica o vómito compromiso social, pero no arte. Si una llamada obra de arte necesita explicación, no es arte. El arte no necesita explicación. Una obra de Velázquez, Bacon, Goya, Guston, Caravaggio o Rothko no necesitan explicación. Son. Con su estallido de humanidad, basta. Esa es la línea que separa el arte de la impostura. Los impostores piensan que arte puede ser una nevera ideológica, un plátano pegado a la pared o unas pesas con nombres de escritores. Pero no.

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© Juan Abreu, 2006-2019