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Domingo, 9 de febrero de 2025
Lo de la ficción basada en la realidad me interesa mucho. Soy un practicante. Tanto, que no creo que exista escritura que no sea ficción, por una razón evidente, una vez que intervienen el lenguaje y nuestro cerebro, sólo es posible una versión de la realidad. Y esto abarca a las imágenes de cualquier tipo, a fin de cuentas, también lenguaje. Hoy Espada, gran escritor (¿quién sino un gran escritor puede describir la muerte como esa atroz desbandada de átomos?) y el mejor periodista que hay en España, de largo, se ocupa del asunto con su habitual perspicacia. Espada no siempre tiene razón, obviamente. Pero, hasta cuando se equivoca lo hace de manera formidable.
No he visto ninguna de las dos películas que comenta Espada (una de toro y torero y otra de una policía infiltrada en ETA), así que no opinaré sobre sus méritos. Pero, concerniente a la del torero y el toro, diré que donde Espada ve y aplaude cojones, huevos y desprecia a la bestia aterrada (el toro), yo veo dos bestias aterradas y la más falsa es el torero. Estoy leyendo a Kurzweil y parece que el cerebro va por su cuenta y lo que llamamos yo y creemos ser no es más que una de sus capas química y eléctricamente discursivas, en el mejor de los casos. Es decir, ficción. No somos más que personajes de nuestro cerebro. Quiero decir que los cojones del torero y los huevos no son mérito del torero porque no hay libre albedrío y el hombre hace lo único que puede hacer (su papel): la única verdad en la ecuación hombre–bestia pertenece al toro. El toro es una bestia real, mientras que el torero es producto de una narración sobre la cual no tiene voz ni voto. Lo que me ha hecho pensar en que, cuando Unamuno afirma que “la conciencia es una enfermedad”, tal vez esté dando al enfrentamiento de la bestia y el torero, su más exacto significado.
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