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Jueves, 6 de febrero de 2025
“Mucho de lo que se dice en nombre de la «justicia social» asume de manera implícita tres cosas: 1) la falacia aparentemente invencible de que los distintos grupos obtendrían los mismos éxitos en ausencia de un trato sesgado por parte de otros; 2) la causa de los resultados dispares puede determinarse por el lugar donde se recogen los datos que reflejan esa desigualdad; 3) si las personas más afortunadas no son del todo responsables de su buena suerte, entonces el Estado –políticos, burócratas y jueces– proporcionará unos resultados más eficientes o superiores desde un punto de vista moral gracias a su intervención.”
“Cuando observamos los hechos en el mundo real, una y otra vez encontramos distribuciones de los resultados muy sesgadas, ya sea entre seres humanos o en la naturaleza. Pero, cuando observamos las visiones sociales o las agendas políticas, encontramos que la conjetura dominante es la igualdad de resultados, y que las políticas del gobierno deben imponer esa norma cuando ese escenario no se produce. Si ciertas categorías de personas no están representadas de forma equitativa en determinadas profesiones, instituciones o franjas de ingresos, entonces se considera que alguien debe ser culpable de que la igualdad natural de los resultados se haya frustrado. Detrás de mucho de lo que se dice y se hace, ahí está la falacia aparentemente invencible”.
“Existe una asimetría fundamental en la carga de la prueba. Ya no importa la cantidad de datos empíricos sobre las distribuciones desiguales de los resultados que se presenten en contra de la falacia invencible, porque el otro bando no debe asumir la carga de la prueba y presentar un solo ejemplo de una representación equitativa de los distintos grupos sociales en una actividad determinada. ¿En qué país, en qué clase de actividad o en qué siglo de los vastos milenios de la historia humana ha existido una representación proporcional de los distintos grupos en cualquier actividad donde las personas hayan sido libres para competir entre ellas? Podemos leer un montón de argumentos en defensa de que las disparidades estadísticas comportan un tratamiento sesgado, sin dar con un solo ejemplo empírico de distribución equitativa entre los grupos sociales en cualquier actividad, en cualquier país, o en cualquier período de la historia”.
Sigo con Sowell. Nadie como Sowell para hacernos ver el régimen de ingeniería social y fantasía progre en el que vivimos. He ahí una de las razones principales del rapaz sistema recaudatorio que padecemos: esa ingeniería y esas fantasías progres son caras.