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Jueves, 2 de enero de 2025

Otro atentado religioso musulmán, esta vez en New Orleans. Me entero mientras estoy en la costa, cerca de la frontera de Francia, un lugar retirado y muy agradable. Fuimos a visitar a un amigo y a disfrutar del paisaje del mar transparente y las aguas color turquesa (lugar común) y de las calas ventosas y rítmicas. Aunque sea un mar en el que no me puedo meter porque el agua está helada, es un mar bonito siempre que se mantenga uno a prudente distancia. A medida que nos acercábamos a nuestro destino, el camino entre el bosque y hasta los más mínimos senderos aledaños se llenaron de caminantes, corredores, ciclistas y toda suerte de deportivistas nacionales y extranjeros (abrí la ventana del coche un momento y entró una andanada de francés así que la cerré de inmediato) qué horror ya no se puede ir a ningún sitio por remoto que sea sin tener que sufrir a un gentío espantoso. Por suerte nuestro amigo habita una finca privada y allí pasamos la tarde relativamente a salvo.

Y mientras contemplábamos una hermosa cala mi amigo nos contó que lo pasaba muy mal en verano porque venían embarcaciones y anclaban en ella y ponían reguetón a todo volumen hasta bien entrada la madrugada. De inmediato le sugerí adquirir un fusil con mirilla telescópica y cazar a la chusma reguetonera desde una terraza que domina la cala, pero mi amigo se echó a reír porque pensó que se lo decía en broma.

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© Juan Abreu, 2006-2019