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Jueves, 26 de diciembre de 2024
Qué días raros en mi cerebro, estos en los que finaliza (y todos morimos un poco) el año. Como en ningún otro momento recuerdo mi infancia, a mis padres, a mis queridos perros y gatos, y a algunos amigos (en ese orden). Pocos animales humanos están a la altura de mis perros y gatos: Campeón, Negrito, Aretino, Popota. Y lo extraño, en verdad, es que los recuerdo como si el tiempo no los hubiera tocado, los recuerdo tal como eran en aquella época, y envueltos en una pátina dichosa, dulce me atrevo a decir; aunque otra parte de mi cerebro sabe que también fuimos desdichados, que sufrimos grandes humillaciones y miserias varias. Sin embargo, este conocimiento no impide a mi cerebro la producción, digamos, de la pátina dichosa. De una narrativa (como se dice ahora, mejorada) Es como para pensar que nuestro cerebro da prioridad a la ficción consoladora antes que a los hechos. Que nuestro cerebro es en realidad un escritor y nosotros su novela.
Creemos, ilusos, soberbios, tomar decisiones independientes, pero él nos va escribiendo piadosamente.
