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Viernes, 20 de diciembre de 2024

Mi hermano mayor me envía este hermoso poema.

UNA VEZ MÁS DICIEMBRE

A la memoria de Antonio Dagoberto Abreu Blanco (1917-1999), mi padre.

April is the cruellest month, breeding
Lilacs out of the dead land, mixing
Memory and desire, stirring
Dull roots with spring rain.

T. S. Eliot

No, diciembre es el mes más cruel,
engendra muertos en las paredes de mi cuarto,
desgasta deseos en la memoria
y los enchumba de melancolía.
Así entra un niño, casi un adolescente, delgadito, pálido,
viste un traje color crema
–en otras está vestido de marinero– y está descalzo.
Enseguida lo reconozco, es mi padre.
No dice nada, solo me mira con la cabeza un poco baja,
el pelo revuelto.
No trae flores en la manos,
no le gustan demasiado las flores
ni las lluvias primaverales, me dice,
de cualquier forma estamos en invierno
y parece que en Sweetwater
no nevará esta noche, ni mañana, ni nunca,
ni siquiera habrá frío.
Solo ese polvo que es como una llovizna
que empapa y embota los sentidos,
rumia como mi gato en la ventana,
permanentemente clausurada.
Ven, dice mi padre,
y yo no sé si me está llamando al otro lado
o solo desea mostrarme
la miel que se le escurre
entre las sombras de su riñón izquierdo
y un camión azul.
Ven, dice mi padre, y las lomas de Matanzas
están brumosas detrás de su mirada.
Las trampas de las jaulas aún tienen alpiste,
pero los tomeguines se niegan a caer.
Cuando aquello yo estaba en Berlín viendo de lejos la tristeza sin color de la parte opaca de la ciudad
que había sido comunista,
cuando me llama mi hermana para decirme
que mi padre no se quería despertar.
Duerme y en el círculo
las olas blancas, transparentes,
esperan por el golpe que las desbande.
Mi madre no puede hacer nada
porque está muerta desde hace cuatro años.
Salió a comprar pan y una sopa de pescado
para mi padre y en Flagler y la 20 Avenida
la aplastó un carro.
Quedó un círculo rojo donde cayó la cabeza.
No me atreví a tocarlo.
Mi padre no fue al entierro como no había ido al de su madre.
No le gustaban los velorios ni los entierros,
ni los cementerios, nada que tuviera que ver con la muerte.
Bastante muerte había acumulado ya
en más de ochenta años.
Estaba harto,
ahora le bastaba con la televisión, sus cigarros,
una cerveza Bush y,
de vez en cuando, que lo sacara a comer
aunque siempre comía lo mismo,
fuéramos donde fuéramos
–bistec con papas fritas–
y al Valentino, el único cine que,
todavía,
ponía películas con subtítulos en español
y que ya no existe.
De joven la gustaba la pelota
aunque nunca iba al estadium, pero de viejo no toleraba
verla por la televisión,
solo películas que nunca terminaba
pues se quedaba dormido en su reclinable gris
atestado de quemaduras de cigarros.
La mirada perdida, en busca de la llegada de mi madre
cosa que, ya nunca ocurriría.
Era una mirada blanca, cuajada de vetas grises,
donde un pájaro cantaba exclusivamente para él.
Nunca supe el nombre de aquel pájaro,
él nunca me lo dijo y no me decidí a preguntarle.
Una vez yo, como todos los días,
camino del trabajo al pasar por su casa
vi a mi madre acostada, como siempre
untándose pomadas
y le pregunté por mi padre.
Se fue temprano al Parque del Dominó y
no ha regresado, me susurró al oído.
Salí a buscarlo y me lo encontré caminando
lejos de la casa, desorientado.
Es que no encuentro el camino, me dijo.
Estaba sudado y sonriente,
pero no preocupado.
Traía algo que se había encontrado,
siempre estaba recogiendo cosas inservibles
y cualquier juguete.
Con el tiempo los caminos cambian,
ya no te llevan a los mismos lugares
sino que juegan contigo a los escondidos.
El niño ahora está en una cama,
mi hermana dice que no puede hacer más nada,
que se niega a despertar.
Hay placidez en el rostro de mi padre,
diría que hasta dulzura,
su sueño es exclusivo y nosotros no podemos entrar,
solo mirar cómo se apaga sin apuro,
sin estridencias ni aspavientos.
Estamos en diciembre
y diciembre es el mes más cruel,
los muertos asoman sus cabezas por las paredes,
hacen señas obscenas, se burlan,
y hasta mis perras se niegan a seguir.
Todos me miran,
parece que mi padre encontró el camino.

Diciembre y 2024.

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