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Jueves, 19 de diciembre de 2024
Y sobre Miguel Ángel Blanco y sus asesinos, añadir que por orden de Txapote lo mantuvieron atado y amordazado cuarenta y ocho horas en el maletero de un coche, justo hasta el momento de matarlo. Cuarenta y ocho horas. Me he enterado de esto (se omite, curiosamente, la tortura, cuando se habla del crimen) leyendo La tribu caníbal el pulcro e hirviente libro sobre la violencia de ETA que mi amigo Carlos Rodríguez Estacio acaba de publicar. Y aún otro detalle que no se menciona: la autopsia revela que Blanco tenía las mejillas quemadas: se había pasado los dos días que lo mantuvieron dentro del maletero del coche, llorando.
Esas lágrimas son el estigma imborrable en el rostro de una España que eligió arrodillarse ante los bárbaros.
Lean el libro de Estacio. Es indispensable si queremos calibrar la barbarie tribal etarra y la inconmensurable fosa de bajeza e infamia de los políticos que pactaron el blanqueamiento de los terroristas, y que están a punto de liberar al verdugo de Miguel Ángel Blanco.