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Sábado, 16 de noviembre de 2024

Sale el sol y voy a ver el mandarino. Tiene una historia complicada nuestro mandarino. Hace años lo sembré en un sitio inadecuado y hasta peligroso por la invasión de raíces de los bambúes cercanos (por fortuna, ya exterminados). Durante mucho tiempo resistió, no sin cierto heroísmo, pero terminó, ralo y desmejorado, siendo lo opuesto a esa presencia suntuosa que tienen las plantas felices. Cuando me decidí a trasplantarla a una maceta grande, comprobé que sus pálidas y escasas raicillas sobrevivían, trabajosamente, ahogadas por una intrincada red de gruesas y duras raíces de bambú. A partir de que la mudé a su nuevo lugar, nuestro mandarino ha recuperado fuerza y lozanía. Pero. Le ha llevado algún tiempo, eso sí. Ahora mismo he salido a verlo y lo hago a menudo porque en su presencia, acariciando sus hojas, llego a veces a sentirme suntuoso como una planta feliz.


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© Juan Abreu, 2006-2019