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Martes, 10 de septiembre de 2024
Es casi mediodía y no ha regresado mi gato negro. Siempre amanece en casa aunque gran parte de la noche la pasa fuera. No sé lo que hace en la alta madrugada que diría Borges pero a veces aparece un ratón muerto en el jardín así que asumo que, al menos parte de su tiempo nocturno, lo dedica a la caza. Es un cazador mediocre, comparado con mi querido gato amarillo, que vaga desde hace tres años por las negras praderas. Estoy preocupado. Y si lo han atropellado por ahí o se ha metido en una trifulca con uno de esos gatos feroces del barrio a los que mi gato amarillo vapuleaba, qué gran luchador. Mientras escribo esto cada vez más inquieto por mi gato negro veo a las palomas una veintena al menos que han venido a comer, hace un rato les puse comida al fondo del jardín. Cada día que pasa me siento más alejado de la alimaña humana y más cerca de mi perro, mi gato y de las palomas y pajaritos y hasta de las salamanquesas que cruzan el techo de la terraza al caer la noche. He meditado sobre esto y no creo que haya nada altruista o bueno en mi actitud (soy a fin de cuentas una alimaña humana), sólo hay egoísmo lo hago para llenar el vacío de vida que crece y crece a medida que me acerco a la muerte.