5749

Viernes, 6 de septiembre de 2024

No sabía nada (o tenía una idea muy vaga) del origen de la tragedia y estoy llenando ese vacío cerebral leyendo La tragedia griega de Jacqueline de Romilly. He leído y releído a Esquilo, Eurípides y Sófocles, sobre todo a Esquilo, pero de cómo surgió ¡hace veinticinco siglos! el género que cultivaron con enorme genio, no sabía nada. Siempre he preferido leer los originales antes que a los que se dedican a comentar los originales. La grandeza de la tragedia griega es tal, que, aunque la mayoría de las obras se ha perdido (han sobrevivido una treintena de más de mil) el puñado que conocemos ha bastado para conformar decisivamente el ser occidental. Somos Homero, naturalmente, pero también, en gran medida, la tragedia griega.

Comentarios

© Juan Abreu, 2006-2019