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Martes, 13 de agosto de 2024
Voy leyendo Contra la revolución Francesa, de Fernando Díaz Villanueva y Alberto Garín, que les recomiendo mucho. Y que prueba todo lo que pienso sobre la famosa Revolución Francesa, uno de los acontecimientos más tenebrosos y siniestros que ha padecido la especie. La RF fue el cimiento sobre el que se levantaron todos los regímenes totalitarios y todas las matanzas y horrores posteriores. Siempre en nombre de los oprimidos. Y, como si fuera poco, los revolucionarios (palabra hedionda) inventaron la burocracia en su antifuncional, parásita y chupóptera acepción moderna.
Pasamos por Segovia, ante su muralla deslumbrante, camino de Oviedo. Y en noches de violeta genciana, hasta muy tarde, bebemos porto con hielo. Qué delicia. Vamos a la catedral y bajamos hasta la ribera del Duero. Lindos adolescentes se lanzan desde el puente al río. Dos burgueses franceses en la cola del funicular, vestidos a la última moda, hieden como mofetas. Qué asco la gente que se acicala sin ducharse. Encuentro un palacio dedicado a la venta de conservas y me hago con una buena provisión, las conservas españolas son rústicas comparadas con las portuguesas, los envases son tan bellos que me dará pena abrirlos. Pero.