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Lunes, 22 de julio de 2024

“Colombia no tiene perdón ni tiene redención. Esto es un desastre sin remedio. El 24 de mayo de 1896. A las cuatro o cinco o seis de la madrugada (pero la hora exacta sí no la sabe ni Dios), José Asunción Silva el poeta, nuestro poeta, el más grande, se quitó la vida de un tiro en el corazón. Se lo pegó con un revolver Smith & Wesson, dicen que viejo. Dicen, dicen, ¡tantas cosas dicen! Y que los primeros amigos en llegar a la casa, enterados de la noticia, se encontraron a doña Vicenta, la mamá, desayunando tranquilamente en el comedor, y que les dijo: «Vean ustedes la situación en que nos deja ese zoquete». ¡Zoquete! En la palabra está la verdad de la frase. Ya nadie la usa. Hace años y años que la descontinuaron, que también se murió, como nos iremos descontinuando y muriendo todos: hombres, perros, gatos, hoteles, barrios y ciudades. Y lo que más gusto me da: papas y presidentes, rateros, mentira hipócrita, granujas todos”.

Así comienza la biografía que le ha escrito Fernando Vallejo a José Asunción Silva. Comienzo que pienso copiar, con los cambios de rigor por tratar mi libro de la isla pavorosa, para la segunda parte de mis Cinco cervezas, si llego a escribirla algún día. La idea me ronda, me ronda.

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© Juan Abreu, 2006-2019