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Lunes, 1 de julio de 2024
Tengo que encender las luces a las nueve de la mañana tan oscuro esta el día. Llueve bajito. El gato no se atreve a salir, truena seguido, y el perro tiembla pegado a mis piernas. Estoicas, las palomas, en los alambres. Más tarde, cuando escampe, saldré y les pondré comida. No se le acaba de curar una pequeña llaga en la pata al Beni, en un rato lo llevaré otra vez al veterinario. Fui al aeropuerto a recoger a Martica (estuve tres días solito) y en el rato que pasé esperando que aterrizara el avión etcétera me entró la repugnancia de siempre hacia las multitudes (casi escribo hacia los seres humanos).
Después de almorzar, me pongo a repasar un librito pedagógico, en verdad dos, que quiero publicar unidos. Haciéndolo, pensé en la ballena en que hace años no viene a la piscina del vecino. Voy perdiendo niñez, será por eso. Pero. Lo más terrible no es su ausencia es que la estoy olvidando.