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Sábado, 23 de diciembre de 2023
Estos días tristes me convencen de que somos una especie en nosotros mismos (Malcolm) y sobre todo de que vivimos en mundos exclusivos el mundo en que vivimos y morimos es nuestro y de nadie más. Es un asunto personal. Yo he vivido y moriré en el mundo Juan Abreu, lo demás es cháchara y esperanza. No se puede compartir nada. Toda la civilización se apoya en la idea de que vivimos en un mundo compartido. Es necesario. Pero. En realidad somos solos, que diría Arenas.
Las navidades de la infancia con nuestros padres son las únicas navidades en que no estamos solos, en que, tal vez, estamos en un mundo multicelular. Ya en la adolescencia la célula o molécula que somos se desprende o comprende lo que es realmente y a partir de entonces ingresamos (como en una prisión) en un mundo exclusivo. No digo que esté mal. Al menos en mi caso si no estuviera en esa exclusiva prisión de mí mismo no podría escribir. La ilusión de ser con otros, como el libre albedrío, no existe pero no podemos vivir sin asumir que existe.
Esto lo pensé en la cama antes de levantarme enfundado en mi gustoso pijama nuevo y con una sensación rara en el estómago que debe ser hambre, ayer no cené.