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Sábado, 30 de septiembre de 2023
Y ya que hablé hace poco de lo cubano y de los disidentes de ida y vuelta, dejar por escrito que me asombra mucho que se me acuse de enemigo del diálogo; lo hacen ensayistas, novelistas, críticos literarios, intelectuales (sea eso lo que sea, en el caso cubano) y hasta poetas pavorosos, de dentro y de fuera. ¡Es un intolerante!, dicen. Cuánta falsedad. Qué ganas de calumniar. ¿Cuándo me he negado yo a dialogar con castristas, fidelistas, o con miembros de su entorno gelatinoso? Nunca me he negado. Pero. Eso sí, tengo mis condiciones. Sólo dialogo con fidelistas, castristas o tropa gelatinosa adjunta, si previamente han sido colgados del cuello hasta la muerte en alguna farola habanera, durante un tiempo prudencial: digamos hasta que apesten un poco. Cumplido este requisito indispensable, estoy dispuesto a dialogar con castristas, fidelistas o miembros de su tropa gelatinosa sin ningún problema. Soy un hombre dialogante, cualquiera que me conozca lo sabe. Estoy abierto al diálogo, como se dice.