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Domingo, 9 de julio de 2023

Salimos temprano a caminar. Después el sol aprieta. Fuimos a la residencia, donde los viejos esperan. Pasaré el día con el tercer volumen de las emanaciones, y leyendo. Alternaré el libro de Dawkins, Harris, Dennett y Hitchens con el último de Fernando Vallejo. Tengo un ejemplar de La Virgen de los sicarios dedicado, que es uno de mis más queridos libros dedicados. Vallejo es uno de los pocos escritores libres que queda en el mundo. Mucho calor. A ver qué hago para comer. Algo con setas, probablemente, y quesos de postre. Empiezo a preocuparme porque olvido los nombres de autores, libros y en general de cosas que debería recordar. ¡Rápido, rápido!, que decía Arenas. Ah. Y. El comienzo del libro de Vallejo es fenomenal:

“Cuando me maté, de la iglesia me llevaron a la inspección de policía, de la inspección a la morgue y de la morgue al crematorio donde me echaron encima el chorro de fuego. Horas se tardaron en llegar a la catedral a oficiar el levantamiento del cadáver por culpa de los embotellamientos de tránsito, nuestro pan cotidiano. Y dije catedral porque no fue iglesia cualquiera, de las que en Medellín abundan, como los almacenes. Fue en la Basílica Metropolitana, la más grande del mundo en ladrillo cocido y la séptima en tamaño bruto: tal el teatro de mi macabra ocurrencia”.

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© Juan Abreu, 2006-2019