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Lunes, 3 de julio de 2023
El Jardín alcanzó el sábado, casi, el fervor de los buenos tiempos. Bellas mujeres libres y entre ellas nuestra rubia mayestática: su voz pasada por miel macerada con jengibre, turrones y azucenas, su voz de tibia escapada. Qué mujer. Surtido de grandes quesos y yo nervioso a los sartenes y a pesar de eso (aunque los platos es verdad requirieron del sabio calibrar del primer chef) el resultado fue decente. Mejor me hubiese ido con un picadillo a la habanera. Pero. Uno propone y Dios dispone.
El plato principal, una receta italiana, parecía uno de esos mejunjes cremosos que hacen los franceses. Pero. Teniéndolo en cuenta, ya lo dije: decente. Para que fuera un regreso (sin casi) a los buenos tiempos faltó el retozo en la piscina y ciertas abundancias, en el sentido casanoviano. Pero fuimos felices.
Cantamos como es norma la Polka de la tarjeta de cartón, lema del Jardín y de mi casa. Una manzanilla etérea ayudó, un vino rojo de polla larga se abrió paso y a la hora del postre un Gonet-Medeville lubricó el paladar de la noche. Hay algo entre el champán y la noche que nunca he podido descifrar pero que equivale, creo, a lamer un esplendor.