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Domingo, 2 de abril de 2023

Hace años, leí en un ensayo de George Steiner que el progreso no se puede detener. Me pareció una verdad inquietante. La máquina del progreso no tiene freno, decía Steiner. No importa en qué dirección nos lleva, no se puede detener. Es decir que la especie ha creado un monstruo (primera acepción) al que ha cedido su destino y, eventualmente, la existencia de la especie, tal y como la conocemos; morfológicamente, al menos. Perturbador asunto. Hablo de esto por la carta firmada por empresarios e intelectuales varios, que propone detener (por seis meses) el advenimiento de formas más avanzados del CHAT Gpt.

Vuelve el viejo y tan novelizado asunto del peligro de la inteligencia artificial. Yo mismo he escrito tres novelas que transcurren en un mundo controlado y definido por seres “virtualcarnales”, que no son más que formas de IA que han adquirido dimensiones biológicas. Tarde o temprano esto, o algo semejante, sucederá, estoy convencido. El futuro humano es una mezcla de ficción y ciencia, más tiempo. Pueden escribir todas las cartas que quieran, pero el progreso no se puede detener.

Veo que, como de costumbre, agitan la bandera pavorosa de la extinción (que no es tal, sino transformación, ¿qué serán estos seres futuros ya no humanos sino una nueva forma nuestra?) de la especie, suplantada por las máquinas. Bueno. Eso, francamente, a mí no me parece tan mala idea.

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© Juan Abreu, 2006-2019