5221

Viernes, 13 de enero de 2023

“Una docena de personas elegidas al azar en la calle es capaz de ofrecer opiniones morales o políticas tan razonables como las que puede ofrecer cualquier grupo de intelectuales. Iré aún más allá. Una de las principales lecciones que nos ha enseñado nuestro trágico siglo, el cual ha presenciado la muerte de millones de inocentes sacrificados por los intentos de mejorar la vida de toda la humanidad, es la siguiente: tened cuidado con los intelectuales. No sólo deberíamos mantenerlos alejados de los puestos de decisión política, sino que también deberían ser objetos de una especial vigilancia por lo que se refiere a su capacidad de ofrecer consejos colectivos. Tened cuidado con los comités, las conferencias y las ligas de intelectuales. Desconfiad de las declaraciones públicas emitidas desde sus apretadas filas. Pasad por alto sus opiniones sobre los líderes políticos y acontecimientos decisivos. Porque los intelectuales no son gente altamente individualista y poco conformista. Siempre siguen un patrón regular de comportamiento. Analizados en su conjunto, a menudo se muestran ultraconformistas con los círculos que conforman aquellos cuya aprobación buscan y valoran. Eso es lo que hace que, en masse, sean tan peligrosos, porque les permite crear climas de opinión y ortodoxias preponderantes que, a menudo generan tendencias de acción irracionales y destructivas. Por encima de todo, deberíamos recordar en todo momento algo que los intelectuales suelen olvidar: la gente es más importante que los conceptos y sus derechos siempre deben prevalecer. El peor despotismo es la cruel tiranía de las ideas”.

Hoy sólo cabe recordar al gran Paul Johnson.

Cada vez más solos.

Comentarios

© Juan Abreu, 2006-2019