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Lunes, 9 de enero de 2023

El tumor de mi perrita crece y la sume a veces en un adormilamiento del que sale enseguida si me acerco o la llamo para ofrecerle un poco de jamón York o cocido (yo prefiero llamarlo York por honrar a Robert B. Atkinson, hay que enaltecer a los creadores) o de jamón del bueno o de lomito ibérico que le gusta mucho. O un hueso con su masita adjunta de los que venden en la tienda para perros. También come con mucho gusto la carne picada o molida a la que añado taquitos de pavo. Come bien, que es uno de los baremos por los que evalúo su estado. El otro es que salga a caminar como siempre y al jardín de noche a ladrar a otros perros o a gente que pasa. Duerme mucho es verdad, pero también antes del tumor. Todo irá a peor lo sé pero mientras continúe siendo ella y me siga por toda la casa y salga a la terraza a tomar el sol y se tumbe a mi lado cuando trabajo, cocino me ducho o voy a dormir, y mientras suba al sofá y apoye la cabeza en mi pierna cuando veo la televisión, no tomaré la decisión final, es decir no la llevaré a morir. Eso, sólo cuando ya no sea ella, sólo entonces.

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© Juan Abreu, 2006-2019