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Jueves, 20 de octubre de 2022
Gracias a Espada leo el discurso de Borrell, la cosa de Europa Jardín. Al principio pensé, qué tontería, el único Jardín verdadero como todo el mundo sabe es el mío (lo estoy mirando mientras escribo). Pero. Después del ataque de petulancia pensé en otras cosas. En cómo nos colábamos en el jardín de Efraín a robarle los tomates, las calabazas y cualquier cosa que sembrara. Un jardín cultivado, cuidado y exuberante como el de Efraín es un foco de atracción irresistible para todo tipo de depredadores. Dice Borrell que fuera del Jardín de Europa está la Jungla. Tiene razón. Y que la solución para conservar el Jardín es que los jardineros (sea eso lo que sea) vayan a la Jungla exterior y la conviertan en un Jardín a la europea. Bueno. Suena muy bonito. Pero. Eso ya lo hicieron los sacerdotes y civilizadores españoles hace siglos en la Jungla después llamada América Latina, y esa Jungla no se ha jardinizado, todo lo contrario. Se ha convertido en un sangriento y peligrosísimo vertedero. El culogordismo típicamente europeo de Borrell, también ignora las montañas de dinero que los Jardines del mundo (sobre todo el norteamericano) han derramado sobre la Jungla mundial, sin mayor éxito hasta el momento. Gran parte de ese dinero se lo han robado los administradores de la Jungla, que los tiene. La tesis de Borrell es muy bonita tibia y cándida. Pero. Ignora la parte fanática, tribal, violenta, irracional, simiesca y siniestra de la naturaleza humana. Que vuelve. Y vuelve.
Por otro lado, para salvar el Jardín europeo tal vez ya sea tarde. Hace tiempo que en el Jardín europeo medran los pulgones (que succionan la savia de la planta y que poseen una gran capacidad reproductora) del fanatismo religioso y de la barbarie.
La triste realidad es que la Jungla no quiere ser jardinizada, lo que quiere es junglarizar el Jardín.