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Martes, 18 de octubre de 2022

A una muy buena amiga se le ha muerto la madre en Cuba. No pudo llegar a tiempo para ver a su madre viva porque el consulado pavoroso en Barcelona demoró los trámites para cobrarle noventa euros más. La madre de mi amiga murió de dengue. En ningún país civilizado se muere de dengue. Pero. En el hospital, es un decir, donde ingresaron a la madre de mi amiga, ni al baño podía ir la señora porque vomitaba de asco de sólo asomarse a la letrina que llamaban baño en el hospital. Los hospitales en Cuba son cochiqueras. Hablaba con mi amiga y sentía en mi cerebro crecer la furia una furia homicida, naturalmente. “Porque mi odio es mayor, mucho mayor que mi nostalgia, y cada día se agranda más”. Decía Reinaldo, y yo lo mismo, pero sin nostalgia ¿nostalgia? Pobre Rey.

Mi más auténtico deseo es lanzar una bomba de neutrones en el barrio donde viven los Castro y sus cómplices y sobre todo lanzarla (me harían falta dos bombas en verdad) sobre el hospital exclusivo de la élite castrista y sus cómplices, no piensen ni por un segundo que ellos se atienden en esas cochiqueras a las que llaman hospitales en Cuba.

Dos bombas de neutrones. Si no pueden ser grandes bombas, que sería lo ideal para erradicar de una vez la peste bubónica castrista (antes de que infecte el mundo entero), al menos que sean de esas bombas que llaman tácticas.

Tampoco es tanto pedir.

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© Juan Abreu, 2006-2019