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Viernes, 26 de agosto de 2022

Ayer fuimos a cenar a Barcelona con unos buenos amigos. El restaurante, por las Ramblas. Lo que queda de las Ramblas. Lo que queda de Barcelona. Qué paisaje ruin y desolador. Cuando llegué, hace veinticinco años, Barcelona era una ciudad provinciana es verdad pero amable, limpia, burguesa (que es lo mejor que puede ser una ciudad) y casi civilizada. Ahora es un meadero gigante, un vergel de narcopisos, un estercolero letal donde los ladrones y todo tipo de forajidos campan a sus anchas y hay que andar con mucho cuidado por esas calles antes cordiales y hasta bonitas y hoy colonizadas por una crápula siniestra y primitiva. Manténganse alejados, es mi consejo.

Pero. Es lo que merecen los barceloneses también hay que decirlo.

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© Juan Abreu, 2006-2019