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Domingo, 12 de junio de 2022

Leo lo de Espada sobre Hannah Arendt y recuerdo a Raul Hilberg, autor de La destrucción de los judíos europeos. Después de leer a Hilberg, sobre todo sus Memorias de un historiador del Holocausto, disminuyó mucho mi admiración por Arendt. Arendt esquilmó descaradamente la obra de Hilberg para su famoso Eichmann en Jerusalén. Su falta de honradez se entiende mejor si sabemos que evitó (en 1959) la publicación de la obra maestra de Hilberg. La editorial Princeton University Press acudió a Arendt para evaluar el manuscrito. Basándose en la evaluación de Arendt, rechazó la obra. Hilberg tardó 14 años en encontrar editorial.

Pero. Lo que me hizo pensar hoy en Raul Hilberg, no fue el impudor y la vileza intelectual de Arentd, sino la opinión de Hilberg sobre la famosa banalidad del mal:

“El subtítulo de Eichmann en Jerusalén es Un estudio sobre la banalidad del mal. El título auxiliar tiene la extraña reputación de ser más célebre que el principal. No cabe duda de que describe su tesis sobre Adolf Eichmann y, por ende, sobre otros muchos Eichmann pero ¿es correcta? Arendt veía a Adolf Eichmann, un teniente coronel de las SS que dirigía la sección de la Gestapo encargada de los judíos, como un hombre condenado al ostracismo que antes de escalar en la jerarquía de las SS había vivido una visa “monótona” y que tenía “defectos” de carácter. Arendt se refería a su prepotencia, patente en su “chulería”, y hablaba de su “grotesca estupidez” al ser colgado, cuando profirió sus últimas palabras tras haberse bebido media botella de vino. Arentd no reconocía la magnitud de lo que había hecho ese hombre con un equipo irrisorio; había supervisado y manipulado consejos judíos en distintas partes de Europa; había incautado los bienes judíos que quedaban en Alemania, Austria, Bohemia y Moravia; había preparado leyes contra los judíos en Estados satélites; y había organizado el transporte de judíos a lugares de fusilamiento y campos de exterminio. Arendt no discernía las grietas que había encontrado Eichmann en la maraña de la máquina administrativa alemana para llevar a cabo sus acciones sin precedentes, ni comprendía la dimensión de lo que había hecho. No había ninguna “banalidad” en ese “mal”.

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© Juan Abreu, 2006-2019