5025

Viernes, 10 de junio de 2022

Mi madre, mis hermanos, la tía Nena y uno de sus hijos. Mi padre, de pie en el pequeño portal. En el sillón un hombre que acompaña a la tía Nena, pero que no es Marcelo. Véanse las jaulas de los tomeguines y el azulejo, en la pared. Junto a mi padre hay una silla, un serrucho, una tabla, tal vez pretende tapar una gotera o algún otro agujero de la casa. La tía Nena lleva en brazos a mi hermana Asela. Nicolás parece enfadado. Yo sonrío y mi hermano mayor también pero menos, tengo las manos apoyadas en las rodillas. Mi madre joven, delgada, lleva un vestido claro y los niños ropa de domingo. El hijo de Nena está de pie a la derecha del grupo no sé si es el violador frustrado o su hermano (hay otro primo, los dos hicieron carrera en el ejército de los Castro). Viste una camisa a rayas y tiene las gafas en el bolsillo, se las ha quitado para la foto. Mi hermosa madre y sus bellos hijos acaparan genéticamente lo mejor de la familia. Éramos los muertos de hambre, pero bellos, y Nena y sus hijos los pudientes, pero feos. En más de un sentido. Por un lado, nuestro bajareque colindaba con el patio trasero de la casa de la abuela Blanca (a la que nos mudaríamos años después), por el otro, con el placer que ven. Unos ladrillos ayudan a asegurar el papel de techo. Mi madre apoya las manos en los hombros de Nicolás y este se agarra a uno de sus dedos. Mi padre ignora al fotógrafo.

Comentarios

© Juan Abreu, 2006-2019