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Jueves, 21 de abril de 2022
En cuanto me entero de su existencia corro a leer Kronos, el diario secreto de Gombrowicz. El prólogo de su mujer Rita, excelente. El diario en sí, mayormente compuesto por notas telegráficas de encuentros homosexuales y de otras actividades rutinarias. Alguna escritura casi real, aquí y allá. Poco. Cuando ya enfermo. Nada de lo que yo persigo (perseguimos) esa escritura real que diga la verdad de lo que pensamos y que cada día entiendo mejor que es imposible. Nuestra miserable naturaleza no lo permite. Y no hay que descartar la posibilidad de que nuestro cerebro nos censure o exagere y hasta reescriba un poco lo vivido (la ilusión del yo, etcétera).
Los mejores nos refugiamos en que la intimidad ajena se cruza con la nuestra blablabla. Pero sólo es una excusa que pretende engalanar nuestra cobardía.