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Martes, 12 de abril de 2022
Nublado. La piscina aún turbia. En el naranjo, frutos grandes y amarillos, y azahares, todo a la vez. Té negro. Mandarinas. TVE socialista. VOX contra la progresía, la chochocracia y la mandanga autonómica en Castilla y León. Bien. Desde que me levanté, dolor de cabeza. Las diez de la mañana y luz crepuscular. Esto en los diarios de Gombrowicz: “Cuando llegamos a Viena, vi grupos de gente con antorchas, vitoreando. Los gritos ¡Heil Hitler! llegaban hasta nuestros oídos. La ciudad enloquecía. Comprendí: era el Anschluss. Hitler estaba entrando en Viena”. Puta Viena. Sigue nazi no se dejen engañar. El gran problema de Europa es que Hitler siempre está entrando en Viena. Y que el corazón de Europa está dividido en dos: una mitad fascista y una mitad izquierdista. (Ah, y una grasa epicárdica encarnada por el bobo Macron). Europa se suicidó al matar a sus judíos. Dijo Steiner, y tenía razón. Ahora queda el fantasma de Europa. Cuando le crece el fascismo al fantasma, los europeos agitan patéticos la banderita roja. Sin comprender que es la misma bandera. El monstruo está en nosotros tiene dos rostros y nunca dejará de alzarse. Nunca. El problema es la especie. Los perros duermen en los butacones de leer. Ya alcanzaron la sabiduría de vivir sólo el instante y pueden descansar en paz. Lluvia fina.