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Domingo, 10 de abril de 2022
En Sevilla fuimos a una iglesia y tenían allí casi listos los llamados pasos, es decir los artefactos en los que pasean a los santos, en este caso una Virgen, durante Semana Santa. El interior de la iglesia era bonito y todo eso y hasta había un muñeco supongo que de yeso o algo parecido encaramado en un borrico todo muy realista y eso. Y muchas velas encendidas. Y la cara de la Virgen en cuestión asomando de una capa púrpura si recuerdo bien con su corona y todo eso en plan espiritual y otros mundos y la resurrección de la carne y todo eso. Afuera, en la plaza frente a la iglesia, una multitud cantaba, reía, bailaba, comía alborozada y se ponía a tono para follar. Siempre he creído que todos estos santos venerados y celebraciones adjuntas son un pretexto para cantar, reír, beber, comer y follar. Muy bien. Faltaban unos días para el inicio de la Semana Santa y por suerte nos iríamos antes de la ciudad.
Las tradiciones son una suerte de peste bubónica mental. Y si asociadas a las religiones, doblemente bubónicas.
Hoy leí un artículo de Jorge Bustos que está en Sevilla por lo de Semana Santa. Y mientras lo leía pensaba en que a la gloria se va por el dolor es decir se va por la peste bubónica, y pensaba en lo que me gustaría sorprender al borde de un barranco al Papa y a Kirill el patriarca ruso con nombre de cerveza japonesa y pegarles una patada en el culo.