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Miércoles, 6 de abril de 2022
Hoy cumplo setenta años. Un amigo querido me trae de la isla pavorosa el mejor regalo, las primeras ediciones de Fuera de juego, de Heberto Padilla, Un oficio del siglo XX, de Cabrera Infante, El regalo, de Nelson Rodríguez y Celestino antes del alba, de Reinaldo Arenas. Además, los Cuentos cubanos de lo fantástico y lo extraordinario, y las formidables traducciones cubanas de El guardián en el trigal, de J. D. Salinger; Tres mujeres, de Robert Musil y Figuras infernales y otros cuentos, de Ryunosuke Akutagawa. Es un regalo difícil de superar. Aunque, como cumplo setenta, merezco y se impone un sesentaynueve último de esa edad.
Es un día extraño. Desde que desperté todo me llega a través de una neblina, como después de atravesar capas de escritura. Yo soy un hombre que se escribe, todo lo demás es vano. Hace mucho tiempo escribí un libro en el que, al final, los protagonistas llegan al fondo de una negra fosa abisal, y allí, encuentran una puerta de páginas que da acceso a un lugar en el que se puede ser de palabras, y en consecuencia, vivir sin miedo.
Así sea.