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Domingo, 20 de marzo de 2022
“A la mujer emancipada le parece injusto que su ascenso sea más lento que el de sus colegas masculinos, pero no por eso se mezcla en las asesinas luchas competitivas de estos. Lo que pasa, piensa, es que las mujeres, aunque se hayan emancipado, no pueden contar nunca con las mismas oportunidades que los hombres. Pero en vez de esforzarse por alterar ese hecho en el mismo lugar de su trabajo, se precipita – pintada como un clown y cubierta de lentejuelas – a las reuniones de su banda, y se pone allí a gritar por la equiparación de la mujer. No se le ocurre nunca que son las mujeres, y no los varones, los culpables de la situación, por su falta de interés, su estupidez, su infiabilidad, su venalidad, sus estúpidas mascaradas, sus eternos embarazos y, sobre todo, por su despiadada doma del varón”.
“Todo el mundo celebra como a una heroína a la anciana Rose Kennedy cuando, luego de sacrificar a la nación tres de sus hijos varones (mientras se enriquecen y envejecen sus hijas y sus nueras), coquetea ante las cámaras de televisión contando lo gustosamente que promovería la campaña presidencial del último varón superviviente. ¡Qué madre valerosa!”
Sigo con El varón domado, de Esther Vilar. Alguien debería reeditar este libro. En la infección chochocrática que se inocula a la sociedad española, sobre todo a sus jóvenes, tendría el efecto de un potente antibiótico. Pero. Sospecho que las mujeres (y los hombres) feministas de hoy censurarían a esta mujer por el crimen de tener una opinión diferente.