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Miércoles, 16 de marzo de 2022

Mientras leo a Esther Vilar, pienso en el grupo de música pop español más influyente del momento: Montero y sus chochocráticas. Y me río mucho. Imaginen conmigo la cara que pondrían las integrantes de ese grupo (y sus fans) si leyeran esto:

“Hagan lo que hagan para impresionar a las mujeres, los varones no cuentan en el mundo de éstas. En el mundo de las mujeres no cuentan más que las mujeres”.

“Las mujeres pueden elegir, y eso es lo que las hace tan infinitamente superiores a los varones. Cada una de ellas puede elegir entre la forma de vida de un varón y la forma de vida de una criatura de lujo tonta y parasitaria. Casi todas ellas optan por la segunda. El varón no tiene esa capacidad de elegir”.

“No tenemos ni idea de cómo sería un mundo en el cual los varones aplicaran a la solución de problemas reales la fantasía que dedican a fabricar ollas a presión que se calienten todavía más deprisa, jabón en polvo o detergentes que laven todavía más blanco, terciopelos que destiñan todavía menos y lápices de labios más beso-resistentes. Un mundo en el cual, en vez de engendrar niños (los cuales engendren niños a su vez) y así empujar constantemente la vida, vivieran ellos mismos. Un mundo en el cual, en vez de empeñarse en estudiar la “enigmática psique de la mujer –que les parece tan enigmática sólo porque, enigmáticamente, es un objeto en el que no hay nada que investigar – estudiaran su propia psique, o la posible psique de probables seres vivos de otros planetas, y se pusieran a pensar en caminos para entrar en relación con estos. Un mundo en el cual, en vez de fabricar armas para la guerra, armas que no tienen más objetivo que proteger la propiedad privada (sólo útil para las mujeres), construyeran astronaves casi tan veloces como la luz”.

“Desgraciadamente, los varones, tan capaces de y tan dispuestos a reflexionar sobre todo lo habido y por haber, han declarado tabú todo lo que se refiera a la mujer. Lo peor es que estos tabúes son tan eficaces que ya nadie se da cuenta de su existencia. Sin pensar nunca sobre ellos, los hombres libran las guerras de las mujeres, engendran los hijos de las mujeres, construyen las ciudades de las mujeres. Y las mujeres se van haciendo, en el curso de ese proceso, cada vez más perezosas, más tontas, más exigentes en lo material. Y cada vez más ricas. Las mujeres se enriquecen constantemente mediante un sistema primitivo, pero eficaz, de explotación directa: boda, divorcio, herencia, seguro de viudedad, subsidio de vejez y seguro de vida”.

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© Juan Abreu, 2006-2019