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Lunes, 14 de marzo de 2022
Eros y política (Ana Botín)
De la relación de Eros con la señora Botín lo primero, y casi lo único, que hay que decir, es que se trata de una relación bancaria. La señora Botín posee una irresistible sexualidad bancaria. Una sexualidad bancaria astronómica, se entiende. Y seamos francos, una sexualidad bancaria así transforma a cualquier mujer en una cornucopia de pura lujuria. No hay quién se resista.
Ahora bien. Mi deber de Primera pluma sexual del Reino es dejar constancia de que la señora Botín tiene manos de momia, y recomendar a los varones (o hembras, o híbridos o chochopollas, quién sabe) que sugieran a la señora Botín, en el momento del ayuntamiento, que se ponga guantes. Es importante que esto se haga sutilmente, usando algún subterfugio encantador, disfrazando la petición de fetichismo de consecuencias volcánicas durante el acto, o algo por el estilo. En ningún caso digan “mami ponte guantes que si me la coges con esas manos de momia pierdo la erección”.
No me extenderé sobre el rostro de la señora Botín. Pero. Diré que el aspirante a una cópula bancaria con la señora Botín debe renunciar a la estrategia de la bolsa en la cabeza, tan común en los casos de mujeres triplefeas, porque me temo que con todo ese poder y dinero la señora Botín debe ser el tipo de mujer paloseco (polvoseco) feminista, que no admite una mayor cuota de placer sexual a cambio de ponerse una bolsa en la cabeza.
La señora Botín trae a la vida política española la irresistible sexualidad bancaria, las manos de momia, el polvo manos enguantadas y la mujer tipo paloseco (polvoseco) feminista que obliga a follar con los ojos cerrados porque no acepta ponerse una bolsa en la cabeza.