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Domingo, 13 de marzo de 2022
Eros y política (Albert Boadella)
El señor Boadella es el único emperador romano del erotismo español. Yo lo veo siempre con su toga y su gran nariz imperial que muestra a las masas (siempre equivocadas, siempre miserables, sobre todo en Cataluña) el camino de la Belleza, es decir el camino de la redención. Amén de esa planta soberbia y señorial, el emperador (señor del tiempo y el espacio) Boadella es un genio verdadero en una España tan llena de falsos genios, de pomposos líricos y de quincallería literata elviralindo. Y ya saben ustedes cómo se ponen las mujeres con los genios. Muy calientes. Las mujeres en presencia de un genio se ven a las puertas del Olimpo carnal.
La vida sexual es, en consecuencia, para el señor Boadella, una avenida despejada. Genio y figura y nariz, símbolo fálico por excelencia, donde haya una nariz imperial, una clásica nariz aristocrática y badajo, el placer sexual alcanza con la mayor frecuencia magnitud de orgía pagana. Ante una nariz así, las mujeres (y hasta los efebos) carecen de defensas. Avenida erótica despejada, decíamos. Otra cosa es que nuestro artista la transite. Y no. Porque el señor Boadella encarna el ideal de todo seductor magistral: ser monógamo. Ha conseguido lo imposible: reducir (o ampliar, quién sabe) el arte de la promiscuidad a un único cuerpo. El de su mujer, Dolors.
Albert Boadella trae a la política española el único emperador romano del erotismo español, la planta soberbia y señorial, la gran nariz imperial que muestra a las ignaras masas el camino de la Belleza, la luz de la redención, y trae al genio que encarna el ideal de todo auténtico seductor: ser monógamo.
¡Ave Albert!