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Domingo, 30 de enero de 2022_

“Egipto utilizó el gato para definir y redefinir su compleja estética. El gato era el símbolo de esa fusión entre lo telúrico, ctónico, y lo apolíneo, una fusión que no se da en otras culturas. La intensidad del ojo occidental pagano se origina en Egipto, al igual que la severa “persona” del artista y del político occidentales. Los gatos son ejemplos de ambos. El cocodrilo, también venerado en la cultura del antiguo Egipto, se parece al gato en su forma de pasar cotidianamente de un reino al otro: levantando su enorme peso entre el agua y la tierra, el erizado cocodrilo representa el acorazado ego occidental, siniestro, hostil y siempre alerta. El gato es un viajero en el tiempo, que llega directamente desde el antiguo Egipto. Regresa siempre que se ponen de moda la brujería y el estilo. En la estética decadente de Poe o de Baudelaire, el gato recupera el prestigio y la magnitud de la esfinge. Con su gusto por el espectáculo sangriento y ritual, con su inclinación a la conspiración y al exhibicionismo, el gato es pura pompa pagana. Llegó a ser el paradigma vivo de la sensibilidad egipcia porque reúne el primitivismo nocturno con la elegancia apolínea. Fijando su veloz energía depredadora en poses de éxtasis apolíneos, el gato fue el primero en representar ese momento detenido de serenidad perceptiva que es el gran arte”.

Nadie ha escrito con mayor profundidad, inteligencia y belleza sobre el gato que Camille Paglia.

En esta mañana soleada y dominical, mientras leo, siento pena por mis amigos que no tienen gato. Esta mañana, detenidos yo y mi gato, en ese divino momento de serenidad perceptiva.

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© Juan Abreu, 2006-2019