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Domingo, 26 de diciembre de 2021

Llamo a mis hermanos en Miami y hablamos como es natural del virus chino y de que es increíble que a estas alturas no hayan lanzado los países libres y civilizados un montón de bombas atómicas sobre China, o al menos sobre las ciudades donde haya laboratorios de armas biológicas como el de Wuhan. Hay demasiados chinos ¿para qué sirven tantos chinos?, digo, y nos reímos. Putos chinos. ¡Comen perros y murciélagos! ¡Y se comen hasta a las salamandras gigantes prehistóricas, animalitos! Deberían meterse a caníbales los chinos y comerse entre ellos, ahí veo una solución pacifista; para que luego no me acusen de belicista o algo. Mi hermana amaneció enferma y no sabe si es un catarro común como se dice o el virus chino. Putos chinos. Mi hermano Nicolás, también con gripe, hizo dos piernas de cerdo (es un experto haciendo cerdo a la parrilla), y le llevó una a mi hermano mayor. No sé qué es el espíritu navideño, pero me gusta. Se leen muchas estupideces en los diarios y en la tele estos días, más de lo habitual, pero tampoco tanto, es soportable. Mucho más soportable desde que leo a Becker: “Para funcionar con normalidad, el ser humano ha de conseguir desde el principio una gran constricción del mundo y de sí mismo. Podríamos decir que la esencia de la normalidad es el rechazo de la realidad.”

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© Juan Abreu, 2006-2019