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Viernes, 24 de diciembre de 2021
Al levantarme una gran humedad (casi escribo la gran humedad), a las baldosas de la terraza un monstruo les ha pasado la lengua, las hojas muertas empapadas, el despatarrado balancín. A veces pienso en escribir las memorias de los objetos del jardín y hasta las memorias del césped y el olivo y otros arbolillos, darle voz a todos ellos ¡las tumbonas y la cama elástica!, lo que serían las memorias de las tumbonas y la cama elástica y hasta de los árboles junto a la puerta de la casa, donde incursionaba en el paradójico mundo del bondage. Pero no sé si tenga ya energías para eso; escribir mis memorias (el segundo volumen) ya me está costando. Mi furia y mi imaginación y el trepidar constante de palabras en mi cerebro sigue más o menos intacto, pero ya no creo en muchas de las cosas en las que creía y alimentaban mi obstinación y hasta mi delirio creador. Cada día que pasa sé más de la farsa que somos y soy más consciente de la farsa que somos y se hace más engorroso el ineludible fingir.
Por la tarde de aquí, que es la mañana de allá, llamaré a mis hermanos y hablaremos de los planes (qué harás tú qué haré yo) para el día de hoy que es un día que ya vivimos sólo en el pasado.
(Fotografía de Pedro Portal)