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Miércoles, 22 de diciembre de 2021

A la salida de la presentación en Barcelona del libro de Cayetana Álvarez de Toledo (que más que un libro es ya un saludable terremoto), converso con el gran Boadella a propósito de lo que más me interesó de su genial puesta en escena: la sensación de rechazo y malestar ¡por el paisaje catalán!, que ha llegado a causarle el tribalismo y la xenofobia nacionalista. Hablaba Boadella de la desazón que le provocan ahora hermosos paisajes, antes queridos, antes considerados propios y hasta íntimos. No saben ustedes lo que me emocionó y alivió que el gran Boadella sintiera ese desembellecerse del paisaje, porque es algo parecido a lo que siento respecto a los paisajes cubanos. Sin la moderación, la elegancia y el sentido común de Boadella al sentir, de los que carezco. ¡Cuántas veces no he solicitado bombardear el Valle de Viñales, por ejemplo, y reducir a escombros sus horripilantes mogotes, ¡cuántas veces no he solicitado arrasar Trinidad o la mismísima ciudad de La Habana (aunque siempre después de bombardear Santiago de Cuba)!

Esos bombardeos, reclamados a la manera hiperbólica, burlona y feroz que reclamo para la escritura, son la manifestación del desconsuelo que me provoca el poder desembellecedor ¡que alcanza a contaminar el paisaje! de la estupidez y la ruindad del tribalismo, ya sea cubano o catalán. Ya estoy dando vueltas a la deliciosa idea de bombardear hasta borrar del mapa el llamado macizo rocoso de Monserrat.

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© Juan Abreu, 2006-2019