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Jueves, 9 de diciembre de 2021
Un fantasma recorre España, el fantasma de la Reforma de la Constitución. Yo estoy de acuerdo con el fantasma. Antes no. Pero ahora si. He vuelto a leer la Constitución española (a trozos, como leo el libro de Amis) y ¡caramba!, ya empieza mal. Esa introducción timorata y ese Artículo 2, condicionados por la sombra siniestra de los redactores catalán y vasco cuya tarea ¡y qué gran éxito obtuvieron! era rebajar la igualdad de los españoles libres e iguales desde las primeras lineas del documento fundacional.
La Nación española, deseando establecer la justicia, la libertad y la seguridad (ojo a la ausencia de la palabra igualdad) y promover el bien de cuantos la integran, en uso de su soberanía, proclama su voluntad de: Garantizar la convivencia democrática dentro de la Constitución y de las leyes conforme a un orden económico y social justo. Consolidar un Estado de Derecho que asegure el imperio de la ley como expresión de la voluntad popular. Proteger a todos los españoles y pueblos de España (¿si ya proteges a todos los españoles que pintan ahí los pueblos de España?) en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones.
Artículo 2.
La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.
Hay que reformar la Constitución. Comenzando por la introducción y por ese Articulo 2 que instala la ficción tribal en el mismo corazón de la Democracia española. Inocular la ficción (o locura) tribal al documento fundacional de la Democracia, y por tanto de la libertad e igualdad de los españoles, es antidemocrático. Hay que extraer a la Constitución la ponzoña tribal.
Sí, refórmenla.