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Martes, 7 de diciembre de 2021
En Madrid, una exhibición (Museo Reina Sofía) de Belkis Ayón. Me gustó, al margen de su excelencia técnica y su sombría belleza, porque no parecía obra de un artista cubano. Estaba, o al menos lo parecía, por encima del gentilicio. Caribeño sí, pero eso ya es algo un poco más amplio. La poesía de Aimé Cesaire, seguro. Ni una puñetera palma por todo aquello, eso me agradó especialmente. Nada del tufo tribal que rebaja tantas obras de cubanos, que no tienen nada que decir al mundo moderno y se refugian en un africanismo religioso impostado. Cuando un artista cubano no tiene nada que decir comienza a pintar palmas y paisajitos autóctonos o a regurgitar religiones africanas.
Ayón se mató a los 32 años y eso, al menos para mí, aumenta el atractivo de su obra. Los suicidas son / el único árbol misterioso / que queda sobre la tierra: florecen siempre / y en cualquier estación, decía Arenas con mucha razón. A Ayón la mató el castrismo que mata todo lo sensible lo hermoso lo delicado y lo bueno en esa isla siniestra cada día que pasa más siniestra.