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MIércoles, 11 de agosto de 2021

MALLORCA (1). En Mallorca han terminado para mí años, qué digo, décadas de búsqueda, allí he encontrado al fin seres humanos, dos, que me valoran en la medida justa, que merezco, y que por tanto tiempo me ha sido negada por la sempiterna mezquindad de la especie. Por fin. Seres humanos que me aprecian sin memeces de literatos ni intereses bastardos (es cierto que les compré unos helados enormes, pero sería muy mezquino relacionar sus alabanzas con los helados, lo de los helados sucedió después). Seres humanos superiores que no dudaban en reconocer y alabar la magnificencia ajena y no temían proclamarla en público de la manera más clamorosa. No más verme, estos dos adalides de la excelsitud comenzaron a llamarme a gritos ¡Grandioso Juan! ¡Grandioso Juan! qué voces prístinas: la limpieza moral modula la voz y la embellece.

¡Glorioso Juan! ¡Grandioso Juan! ¡Juan el Titán! ¡Alabado sea Juan el Titán! ¡Oh Grandioso Juan, Oh Grandioso Juan!, clamaban reverentes a mi paso.

Ha tardado. Pero qué gloria encontrarlos.

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© Juan Abreu, 2006-2019