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Jueves, 5 de agosto de 2021

No sabía nada del Muro de Berlín. Creía que sabía, como casi todo el mundo. Pero. No sabía. Es en lo primero que pienso cuando termino de leer, En el muro de Berlín. La ciudad secuestrada (1961-1989) de Sergio Campos. No sabía nada. Tenía, como todo el mundo, algunas imágenes, algunas lecturas, virutas de películas y documentales y las sensaciones de odio o euforia adjuntas. Odio por el comunismo, naturalmente. (Hay que odiar a los enemigos de la libertad, ellos nos odian, ¿qué otra cosa podrían hacer los hombres libres sin condenarse, estúpidamente, a la extinción?). Y euforia por el triunfo que significó la caída del Muro para millones de alemanes, sometidos a la incuria, la bajeza y la crueldad comunista, y para el mundo libre en general.

En Muro de Berlín es un prodigio de claridad y limpieza cívica gracias a una prosa recta, que a veces llega a ser desolada a fuer de emocionante. Pero, sobre todo, es una búsqueda de la verdad, de los hechos, puesta al servicio de la justicia, la pulcritud moral y el desenmascaramiento ¡aún! de la ficción comunista. Campos nos conduce por la escena del crimen y va levantando a las víctimas y señalando a los verdugos con mano firme y exhaustiva, que nos obliga a ver y a ver. A ver que el Muro no era un muro sino un paredón de fusilamiento físico y moral.

No se me ocurre nada más necesario en estos tiempos en que el sangriento fantasma del comunismo recorre Europa otra vez.

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© Juan Abreu, 2006-2019