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Viernes, 23 de julio de 2021
Como es sabido, tengo el máximo respeto por las mujeres que enseñan las tetas. Cuando una mujer enseña las tetas significa que se ha liberado del odio al cuerpo y al placer, exaltado por las religiones, y se ha liberado además del sometimiento al cerril macho machorro que exige, qué bruto, que el cuerpo de la mujer con la que comparte la vida sea suyo (esas tetas son mías ese chocho me pertenece, estipula el macho machorro). Este sentido de propiedad sexual del macho machorro es una de las mayores potalas con las que ha cargado la mujer a lo largo de las épocas. Pero. Lo que quería decir es que Rita Maestre, a la que en mi libro mostraba respeto por enseñar las tetas, aunque fuese en el sitio inadecuado, ay, no enseñó las tetas sino que se quedó en sostenedor mientras vociferaba sandeces. Doy gracias a mi estimado Sergio Campos por señalar este error en una crítica que tuvo la gentileza de escribir sobre mi Eros y política.
Qué decepción, las señoritas de las izquierdas ni siquiera pueden dejar de ser puritanas cuando ¡como protesta! pretenden enseñar las tetas.