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Martes, 16 de marzo de 2021

Estoy en Manhattan y hay un grupo de personas arrodilladas ante los restos de las Torres Gemelas que no son escombros pulverizados sino piedras y restos de algún inmenso castillo o fortaleza imperial y en medio de esta monumental ruina antigua muy antigua se alza un trozo aguzado de las torres retorcido como por las manos de un gigante que forjara un arma definitiva una daga o espada corta felizmente inhumana algo más allá de las posibilidades de la especie y trato de fotografiar la daga o espada pero no lo consigo siempre la oculta algún trozo de ruina voy de aquí para allá y logro al fin tomar sólo dos fotos una del grupo que reza la mayoría negros y sudacas eso llama mi atención y otra de la punta del arma cubierta de herrumbe todo es muy antiguo pienso estoy con Marta y una señora que podría ser Lolita Koch o Margarita Camacho y ha caído la noche o está a punto de caer y se espesa la humedad del río y el olor del río y gimen caimanes acorazados y ratas mutantes y entramos a un túnel colosal aquí estaba la estación del metro bajo las torres digo y nos adentramos en el túnel que es parte de una red de galerías que recorren toda la isla temo que estemos en Garbageland pero no porque nos hallamos en un país civilizado se nota enseguida tomamos un autobús ¡vamos a los museos no se puede estar en Manhattan sin ir a los museos! digo y escucho la voz de Reinaldo que me responde yo sólo voy cuando vienen ustedes de visita así que estamos definitivamente en Manhattan y nos apeamos en un lugar que está hecho de hermosas callejuelas que reconozco son las callejuelas que uno encuentra al pie del Partenón y ahora estoy solo he perdido en uno de los autobuses a Marta y a Lolita o Margarita y desciendo por unos escalones de piedras gastadas y entro a una pequeña librería y una señora afable y sonriente de gafas de pasta lee un libro y al verme llegar me dice escucha escucha es un libro de Enrique Lynch y yo inmóvil escucho pero pasado un momento le arranco el libro de las manos a la mujer cuyo rostro ahora es inquietante e incluso malévolo y miro lo foto y la nota biográfica en la solapa del libro y grito entre enfurecido y aterrado ¡este no es Enrique Lynch! y la mujer de la librería sonríe maligna y entonces despierto.

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© Juan Abreu, 2006-2019