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Domingo, 3 de enero de 2021

Mi gato amarillo ya caza en las negras praderas. Lo llevé a morir ayer a mediodía no tenía sentido que siguiera sufriendo, la ciencia mostraba que no había posibilidad de que sobreviviera al cáncer. El veterinario, un hombre recto, le inyectó un potente anestésico, irá perdiendo la consciencia, es un proceso indoloro, que puede durar veinte minutos, dijo. Pero mi gato amarillo buscaba la salida desde hacía días lo sé, y se dejó llevar enseguida. Le hablé al oído para que sintiera mi presencia, lo acaricié y le dije cosas que quedarán entre nosotros porque nadie más merece escucharlas.

Suele decirse (gente insulsa, de baja ralea) que las personas primero. Pamplinas. Yo quería mucho a mi gato amarillo más que a la mayoría de las personas que conozco. ¿Por qué no? Lo he meditado mucho y no encuentro razones que me obliguen a querer a una persona por ser una persona más que a mi gato amarillo.

Cuando comprobamos que su corazón ya no latía aún estuve un rato a su lado, despidiendo a mi amigo. Mi amigo que no estaba marcado por la ruindad y la abyección; quiero decir que no era uno de nosotros.

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© Juan Abreu, 2006-2019