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Lunes, 28 de diciembre de 2020
Asocio los días de fin de año con grandes vientos. Ya los echaba de menos pero hoy amaneció ventoso. Termina el Año del Virus Chino que no se puede decir que es chino porque las cagaleras de Occidente, de Europa sobre todo, inundarían medio mundo y podría ser más letal el maremoto de cagaleras europeo y occidental que el propio virus chino. Lo que acabará con Occidente es su culogorda cobardía. Este año he trabajado moderadamente no todo lo que me hubiera gustado terminé de revisar y dejar listo para publicar el segundo volumen de las Emanaciones (2012-2015), pero aún trabajo en el tercero. También ultimé la última versión de una novelita Mó y yo y, creo, he acabado Eros y política, mi galería de retratos de políticos españoles vistos a través de mi famosa mirada genital. Lo que quiero es dejar listos para publicar todos los libros que tengo a medio hacer antes de que reviente porque después que uno revienta nunca se sabe qué pasará con lo que ha escrito (o pintado). Conozco casos espeluznantes. A veces pienso que lo mejor sería quemarlo todo a tiempo, pero no creo que tenga valor para hacerlo. El mundo avanza hacia la imbecilización absoluta si estoy convencido de eso, y lo estoy, para qué dejar nada. Oh, vanidad, cuánta debilidad me permito en tu nombre.